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viernes, 31 de octubre de 2014

ROSARIO ROWING CLUB:

ROWING CLUB DE ROSARIO

ROSARIO ROWING CLUB:

Esta institución importante en la ciudad de Rosario cumplió el 30 de Junio 125 años de su fundación, realizada en 18º87, bajo la denominación de “Rowing Club de Rosario”, cuando un grupito de ingleses que trabajaban en el Ferrocarril Central Argentino y en Aguas Corrientes de Rosario, se hicieron con el propósito de crear un club de remo a orillas del río Paraná.
En su tipo fue el primero en nuestra ciudad, y no sólo eso, ya que aún en la Argentina fue el tercer club de remo que se funda.
En 1888, el club compra una parte de la llamada Isla de los Bañistas, cosa que se fue incrementando con nuevas adquisiciones.
En el año 1913 se fusionó con el “Club del Progreso”, y a partir de ello adoptó su denominación final de Rosario Rowing Club.
Pero en el año 1917, un grupo de asociados se separó del club, y fundó otra señera institución: el Club Regatas de Rosario.
El Rowing soportó inundaciones importantes, pero siempre siguió adelante, y desde hace muchos años fueron muy conocidos en la ciudad la organización de los llamados Bailes Blancos, todo un acontecimiento social.
Porqué relato esto del Rowing?, porque si bien fui un asociado de pocos años en la Institución, en mi memoria se guardan momentos imborrables de mi juventud.
Practiqué algo de tenis, disfruté de sus bares, de los bailes, pero lo que más tengo grabado a fuego son mis experiencias en canoa en el río Paraná.
Veo en la propaganda del Club, el chalet importante donde se guardaban las embarcaciones, y desde allí salíamos directamente al río.
Era toda una experiencia ya ver todos esos botes, unos encima de los otros, colocados en un orden perfecto que sorprendía.
Por sistema de rodaje se colocaban a disposición de los asociados en el agua, por personal idóneo de la institución y ya, sin más trámite estábamos en el Paraná.
Primero íbamos con algunos amigos, paralelo a la costa, para un lado y después para el otro, pero cuando empezamos a tomar coraje, me lancé en varias oportunidades al cruce del Paraná, hacia la isla.
Yo no conocía como eran las islas, y la experiencia fue sensacional, observar toda esa vegetación surgir con un orden particular, en un caos de agua y verde, con espacios lacustres en el interior de las islas y una sensación hermosa de libertad, al sabernos solos frente a tal espectáculo, me llenaba de alegría.
Pero no todo fue maravilloso. Recuerdo dos oportunidades que relataré en las que, en ambas me asusté realmente.
En la primera había salido para el sector de la Florida, o sea hacia el Norte, en un día nublado, estuve remando bastante, hasta que se levantó una brisa, y decidió volver al Club, virando hacia el Sur.
Había un reglamento imperante, y era que el que salía con el bote, tenía que traerlo de regreso. Yo ese día estaba solo.
La brisa cambió y se transformó en fuerte viento, que me azotaba en contra, alterando el remanso del río, e incrementando las olas que me hacían muy difícil remar, en contra del río encrespado.
No llovía pero el río estaba muy difícil para mí, por lo que a unos 100 metros de devolver el bote decidí sacarlo del agua, e ir a pedir ayuda.
En ese momento recibí como contestación: Usted sacó el bote, lo debe volver a traer, sólo eso...
Volví a donde había dejado el bote y lo reintroduje en el agua, sabiendo que solamente contaba con mi fuerza y habilidad, y recuerdo que fueron unos 100 metros muy duros hasta al fin poder entregar el bote, cansado pero feliz por mi lucha contra los elementos. Nunca había tenido que sortear esta dificultad, y fue hermoso hacerlo, pero no reparé mucho en el peligro.
En la otra oportunidad había cruzado el Paraná a la isla, con un bote para dos, con un amigo, que no conocía el lugar.
Como yo estaba fascinado por esa vegetación que surgía del agua, y remar entre los camalotes que flotaban a nuestro lado, no reparé en el lugar que nos estábamos metiendo, y en vez de ir por un sitio acostumbrado, a mi amigo se le ocurrió cortar camino entre la vegetación.
Fue una mala decisión, ya que después de remar bastante nos introdujimos en un enjambre de troncos retorcidos, que surgían del agua, y que nos dificultaba notablemente movernos entre ellos.
El espectáculo era fascinante, pero yo me sobresalté, porque en cierto modo, estábamos atrapados entre la frondosa vegetación. Allí aprendí que siempre había que ir por camino conocido, aunque reconozco ahora que también es maravilloso para el hombre perderse alguna vez.
Después de estar pasando con dificultad algunos troncos, divisamos el río abierto, y encontramos un resquicio por donde salir, pero nos costó bastante.
Yo era joven e inexperto, y en todas las oportunidades que remé, que fueron muchas, jamás nadie me dijo ni yo por mi cuenta usé el chaleco salvavida.
Cuando uno es joven no sabe, pero ahora a los 60 años, después de haber vivido una vida en el Hospital de Emergencias, y en diversos momentos de ella, dedicarme a la Prevención de Accidentes de todo tipo, aún con múltiples salidas en los noticieros de la televisión local, ya que en un momento me había convertido en vocero oficial del Hospital, considero que lo que hice fue una gran imprudencia, y que debí haber tenido siempre el chaleco salvavidas, aunque sé nadar muy bien, gracias a Dios.
Por todo ello, con luces y sombras, me congratulo de los 125 años del Rowing, y espero que sean muchos pero muchos más.

LEONILDO FORESTO, UN JOVEN DE 90 AÑOS. HOMENAJE A CHAÑAR LADEADO.

LEONILDO FORESTO, UN JOVEN DE 90 AÑOS. HOMENAJE A CHAÑAR LADEADO.

EL JOVEN DE 90 AÑOS FORESTO, HOMENAJEA A CHAÑAR LADEADO:

En el mes de Agosto, del año 2014, quise hacer un homenaje a la Inmigración, y el señor Leonildo Foresto, quiso traernos una filmación que rescató de la historia de su familia, de la localidad de sus orígenes, Chañar Ladeado, que había realizado un familiar, allá por casi 100  años atrás.
Por las dudas que no se viera bien, se la pedí al señor Leonildo Foresto, y la grabé con una copia en mi ordenador.
Pedí un día extra, para realizarla un sábado, en el Colegio de Nuestra Señora del Huerto, y la Madre Superiora, me autorizó, muy gentilmente.
Comenzó la charla, en la que, tratándose de un sábado, pero un 23  de Agosto, hice primero un recuerdo del tan querido “Éxodo Jujeño”, y de su propiciador, el General don Manuel Belgrano, y luego invité a Leonildo a hacer su presentación, mientras manejaba la filmación tan valiosa, de Chañar Ladeado.
Primero Foresto, indicó, que si quería alguien del auditorio, realizar alguna pregunta, no habría, de parte de él, ningún problema.
Comenzó explicando:
Mi abuelo, llegó a Chañar, en el año 1893, a dos años que el pueblo se había fundado.
Y dejó, una huella muy profunda...
Fue varias veces Presidente de la Comuna, e hizo obras, que todavía hoy, se recuerdan, con ideas de avanzada.
Y  a pesar, de que casi no lo conocí a mi abuelo, yo siempre destaco, tengo un fanatismo por él, porque me enseñó un montón de cosas.
Y realmente se puede decir, que todas las familias de inmigrantes tenían problemas similares, y buscaban idénticas soluciones.
Y mi abuelo, dejó a mi abuela, en Italia, le puso un pequeño negocio, para que ella, pudiese subsistir, y se vino a América.
Venía a la tierra soñada, huyendo, de las revoluciones, de la miseria, venían a buscar la tierra de sus sueños.
Realmente ellos, hicieron la América. No tenían conciencia, en su verdadera dimensión, de lo que lograron.
Hicieron la Argentina, porque esa nube de inmigración, fue la que señaló el camino a seguir, y que la Argentina, en 1930, era sexta nación mundial.
Cuando vemos hoy, no con envidia, pero sí, deseando parecernos, a Australia o Canadá, en esa época los mirábamos hacia abajo, cuando Argentina era 6ta. Potencia mundial…
Y no solo eso, era el granero del mundo.
Desde este puerto hermoso de Rosario, partían las riquezas, al mundo, y ahora vemos como fuimos cayendo, de a poquito, y todos compartimos un poquito la culpa, qué se va a hacer.
Volviendo a mi abuelo, como Presidente Comunal de Chañar, varias veces, y se le ocurrió una feliz idea, y ustedes recordarán que los hermanos Lumière, comenzaron a trabajar en lo que sería, posteriormente, el cine, a finales del siglo XIX, y el abuelo, en el año 1925, trajo un equipo de la ciudad de Buenos Aires, porque calculo que en Rosario, acá, no había nada de cine, hacía veintipico de años que recién se había inventado.
Y trajo este equipo de filmación, para grabar las Fiestas Patronales del pueblo.
Los que ya no tenemos treinta años, sabemos, que las Fiestas Patronales, eran las fiestas del año, las chicas se lucían, se ponían los mejores vestidos, venía gente de todos lados, de los alrededores, leguas y leguas, en sulky.
Por caminos de tierra, por supuesto.
Y como venían los amigos, también las amas de casas, se querían lucir, y por querer impresionar a sus amistades, las mejores comidas, se hacían ese día.
Y comidas, que después eran devueltas, porque cuando se hacían las fiestas en los otros pueblos, también, y allí íbamos como invitados.
Eran tiempos sensacionales.
No sé por qué, ni culpa de qué, ni de quién, pero esas fiestas no se hacen más.
Hoy solamente se hace una Misa, y ese es todo el festejo.
La fecha es el 24  de Junio, la fecha de San Juan, y era un velorio, no había nadie, y la gente aprovechaba el feriado, y se iban a Venado Tuerto o a Rosario, y el pueblo, vacío.
Más que lo que yo pueda ver, se puede observar en el film. Esta película es una reliquia, es un verdadero regalo del abuelo, para todos los nietos, y en ese momento, yo, el Doctor Abellan (h), acoté: “es para la ciudad, y para la Argentina, por qué no, no es un regalo para la familia, es para todos, es traer del pasado algo hermoso, para disfrutarlo, en este momento. Ustedes van a ver ahora el film, y si les digo que es una ciudad de Europa, ustedes me creerían, realmente.”
Ustedes hubieran visto cómo era el pueblo en ese momento, siguió Leonildo.
Y le voy a sugerir, que presten atención, como van vestidos, las señoras, como dice el Doctor, parecen italianas, o sus descendientes, o aún españolas.
La gran influencia, que tuvo Europa, para la Argentina.
Van a ver, las bandas de música, es impresionante, hay que pensar que era 1925, hay que ubicarse un poco, sí, pero no pude saber, cuántos habitantes tenía Chañar en 1925, hoy contamos en Chañar, con casi 6.000  habitantes.
Pero 90  años atrás, serían 600  personas, tal vez.
Y cuenten ustedes los ejecutantes de la banda que van a pasar, creo que hay más de 100  ejecutantes, aunque parezca mentira.
Me comentaron que vendría la nieta del Maestro Lazarini, pero todavía no llegó.
Quiero personalmente rendirle un homenaje, al Maestro Lazarini, italiano, que llegó en el grupo de inmigrantes de esa época, amaba la música, y la logró inculcar en el pueblo.
A mí me impresionó, la cantidad de ejecutantes de la banda, que había en esa época.
Todos con sus uniformes, y sus instrumentos, un verdadero poema, verlos.
Y dejó en el pueblo, el deseo, de ser músico, y lamento que no está la nieta, porque lo quería homenajear, hoy.
Porque perfumó con música, a muchos de nosotros, en Chañar Ladeado.
Los voy tratando de ubicar a ustedes, en el año 1925, sí.
Ahora veremos la película, y la vamos a ir deteniendo, y luego si hay tiempo, y la quieren ver de nuevo, no hay ningún problema.
Entonces me preguntó, ¿cuánto tiempo disponemos?
Dr. Abellan (h): -El tiempo que querramos.
Entonces Leonildo me dijo: Hasta mañana, en la mañana, riendo.
Un segundito, me olvidé de un detalle, antes de la proyección:
Mi abuelo, había dejado a mi abuela en Italia, y él necesitó un trabajo de siete años, en cualquier trabajo que se le cruzara, y yo tengo un libro de los italianos que se destacaron en la Argentina, y estaba la foto de mi abuelo, en ese libro.
Trabajaba de sol a sol, y en Chañar, juntó un grupo de gente, hizo una Comisión, y comenzó a funcionar, muy bien, ya a los tres años.
Quiero decir, que aparte de trabajar de sol a sol, le dedicaba horas, ya pensando, ya pensando en los hijos y en los nietos, del porvenir.
Pensaba, que sin educación, no se va a ninguna parte.
Y sacrificando horas a su descanso, se puso a trabajar y creó la Escuela Fiscal 213, que aún funciona, hoy, donde yo cursé de primero a sexto grado, completo, y ya que toco ese tema, un amigo, de una localidad cercana, Berabebú, siempre hablábamos con él, y me trajo una foto que es una reliquia también, del cuerpo docente, de esa Escuela Fiscal 213 y recuerdo a la señora que durante muchos años fue su Directora, en esta tan querida escuela 213.
A mí, me señalaron, me enseñaron a vivir, sí, por el camino que hay que seguir.
Muchos de los de Chañar, que hoy están aquí, fueron alumnos de ella, y a mí me tocó la señora Matamuda, de primero a tercer grado.
Luego, tuvimos a la Vicedirectora, la señora Delia Collado, que era una piba, en esa época.
En ese entonces, magisterio, eran tres años, nomás.
Así, que salían de doce, del primario, porque era hasta sexto, nomás, y eran maestras con quince o dieciséis años.
Y nosotros estábamos de 11  o 12.
Así que la diferencia era poca.
Por otro lado, me modeló completamente mi vida, me señaló el camino, y lo que no había que seguir, me enseñó, el respeto a los mayores, y una vez, me decía, que yo era el hijo que ella no había tenido.
Cuando falleció mi mujer, ella estuvo en el velatorio, y ella le dijo a su esposo, Oscar: Mirá, este fue el hijo que yo no tuve…
Del público preguntaron, ¿qué pasó, con su abuela que quedó en Italia?
El abuelo, con siete años de trabajo total, juntó la plata, para que ellos dos vinieran de Italia, en barco.
Ella vivía en un pueblo de Piamonte, que gracias a Dios, yo estuve allí, de visita, un pueblo que hoy, tiene cuatro Iglesias, un pueblo importante.
Y se comenzó a proyectar la película.
Miren la banda de música, qué cantidad de ejecutantes...
Fíjense en la Policía, en los uniformes que tenían, miren la cantidad de personas, que impresiona, recuerden el año, 1925.
Miren como iban vestidas las señoras.
Miren los chicos, de saco y corbatas, con medias tres cuarto.
Se imaginan, cuando llegó a Buenos Aires, y tomaron el tren para Rosario, al ver la inmensidad del país que estaba llegando, sin conocer el idioma, y yo me pongo en su lugar, lo que habrán sentido, desarraigo de su pueblo, de su madre, de su padre, y juntarse aquí, en esta inmensidad de kilómetros y kilómetros, no sé en ese entonces, cuánto demoraría el tren Buenos Aires-Rosario, y luego en sulky, hasta un pueblo que se llamaba Díaz, como 40  o 50  kilómetros, para ir a un nuevo hogar.
Era una tapera, que ni siquiera tenía ventanas, tenía los orificios, pero no las ventanas, con ramas de árbol, que el abuelo había colocado en puertas y en las ventanas, para tratar de paliar el viento, y lo que fuera.
Y cuando prendieron el farolito, imagínense, la luz que habrá tenido, se le llenó la pieza de sapos, y la abuela, en esa llegada a la América, no se bajaba de la mesa, durante horas y horas, y el abuelo, con escoba grande, sacando los batracios.
Había llegado de Italia, y la recibían los sapos…
Fíjense, el sacrificio, el desarraigo, todo lo que eso significó.
Ahora van a ver la Iglesia vieja de Chañar Ladeado, con tanto que me han hablado, y la veo en la película, como que yo la conocí, pero no.
Tengo una gran bronca, que se haya derrumbado a esa Iglesia, es increíble la insensibilidad, por qué tener que destruir, por qué no conservar nuestro pasado...
En ese entonces, no había registro civil, y la Iglesia, cumplía esa labor, y allí también se anotaban los nacimientos, los casamientos, los decesos, toda la historia cívica del pueblo, por qué fue derrumbada...
Cuando me enteré, tuve entrevista con el Presidente de la Comuna de ese momento, pero no pude verla en pie.
Gracias a la sabiduría de mi abuelo, la podemos disfrutar tal como era en esa época.
Luego van a ver la Procesión, y después había juegos, en las plazas, en los alrededores, atendidos por las señoritas del pueblo.
Todas, bellamente disfrazadas, algunas con picardía, y todo lo que se recaudaba, era a beneficio de la Iglesia, y a la Sociedad de Beneficencia, que manejaba la Iglesia.
Ese señor que vino ahora, es mi hermano, mi doble, je, je, que tiene 92, dos años más que yo, que se pare, señor Foresto, y todo el público aplaudió.
Tiene 92, y es más loco que yo, se pelea con todos en la calle, porque lo paran y no lo dejan seguir, sí, je, je.
Y sigue, a pesar de su edad, organizando viajes.
Es un privilegio, que no es personal, somos de familia longeva.
El abuelo nuestro falleció en 1929, y la expectativa de vida era 45 o 50 años,  y él falleció a los 82, y siendo Presidente comunal.
Nosotros siempre decimos, que el Foresto, que no llega a los 95, vino fallado, je, je, je.
Y en un rincón de la Iglesia nueva, hay una placa que se rescató de la Iglesia vieja, demolida, y fui, y la encontré, una placa de mármol, bastante grande, y dice: Gracias al señor Juan José Foresto, se construyó esta Iglesia, y relataba que fue acompañado por una Comisión.
Y se nombra a las familias más destacadas de Chañar, sí.
Allí, en la película, que la puse de nuevo, se ve la Iglesia vieja, fíjense las damas, vestidas muy a lo italiano.
Se pueden apreciar, las calles de tierra, las edificaciones, en ese momento, y observen la nitidez de esta película, de casi 100  años, es increíble.
Miren por ejemplo las niñas, todas con sombreros, y en ese entonces, ya había dos sombrererías en Chañar, porque se usaba mucho esta prenda.
Miren las patronas, su elegancia, con que se vestían, evidentemente influencia europea, más italiana.
Imágenes religiosas. Las autoridades, este señor, era mi abuelo.
Tiene unas medallas, porque él estuvo en la guerra, y lo condecoraron por su valentía.
En cada acontecimiento, él se colocaba esas medallas, con orgullo.
Todos los vestidos, se los hacían ellas, unas señoritas tenían quioscos, otras vendían flores, estaban las jocketas, y fue reconociendo a algunas de las señoritas que se veían en la filmación.
Una de ellas, era una belleza de morocha, y la que le sigue es Novarini, todas nerviosas, por salir en la película, la novedad del cine.
Estas señoritas eran las mensajeras, y ¿qué tarean tenían las mensajeras?
Les llevaban mensajes a los hombres, que no se animaban a decirles algo a las chicas, y ellas se los llevaban...
Era un poco para romper el frío, y siempre se portaban muy bien, no sé como se portaban cuando estaban solos, pero hasta allí, siempre la corrección.
Fíjense en el film, que se ve que hacía mucho frío. Miren la Comisión de Damas, y está nuevamente la Novarini, está la señora de Antonio Aramburu, entre los que recuerdo.
Y hasta un partido de fútbol, se filmó, observen, increíble, por un lado el equipo chañadense, contra un equipo de una localidad vecina, Arteaga.
El señor Bertero, fue Presidente de la Comuna, también.
¡Los de Chañar no retrocedemos nunca!, bromeó, frente a un defecto en la proyección.
Entre los juegos populares, que se hacían, en la Plaza, se hacía el palo enjabonado, el del cuis, todos los juegos que había por esa época, el bingo, que era la lotería.
Toda la comida era casera, por supuesto, y los recibían a los familiares y amigos, con fiambres, no se compraba nada.
Con jamón, bondiola, y luego las pastas, y las hijas colaboraban mucho, las madres cocinaban y sabían atender su casa, y eso aprendían sus hijas.
Sabían coser, sabían cortar, como dice la canción, todas virtudes indispensables para una señorita, buena madre futura.
Todas las virtudes de una buena ama de casa.
Y después los pollos, lechones, de todo.
Y a veces, un poco competían entre vecinas, y se acordaban como habían comido el año anterior, en tal casa, y querían superarla.
Era una cosa muy simple, no era una verdadera envidia.
Y después un montón de tortas, sí, hechas por ellas.
Y el clericó, que no faltaba nunca.
Y, después, una reparadora siesta.
Para después cenar, que era por lo menos igual, o aún más generosa que el almuerzo.
Lo que sí, es, que al cenar, había que apurarse, porque después de la cena, estaban los fuegos artificiales,
que eran la novedad, en ese entonces.
Y todos corriendo, donde se hacían los fuegos, sí.
No había muchas fiestas en el año. Estaban las fiestas cívicas, el carnaval, año nuevo, reyes, navidad, y este baile, que seguía a los fuegos artificiales, y era muy esperado.
Y las chicas, con sus mejores vestidos, venían galanes, de todos los pueblos de alrededor, sí, llegaban en los Ford T, y el baile se hacía en el salón, con un par de miembros de la Comisión, con muchas luces de velas, que se disolvían y caían al piso, como cera, haciendo el piso mjuy brillante, y resbaladizo.
El salón estaba pintado, adornado, con flores.
Y actuaban las orquestas del pueblo, que habían aprendido, con el profesor, y ya se largaban solos.
Y el baile comenzaba con un paso doble, tocaban ese paso doble, y se iniciaba el baile en general.
Empezaban temprano, y se terminaba a las dos o a las tres de la mañana.
Contaré una anécdota: Como mi abuelo era italiano, a los jardines y las quintas, los atendía, él mismo, y fue condecorado, como expliqué, por el gobierno italiano, con medallas de Méritos.
Allí está mi abuelo, leyendo periódicos italianos.
Y se puede observar, la dificultad que tenía con sus manos, no puede sostener bien el mate, en el film...
Era muy activo, y tenía una polenta,
él terminaba al mediodía su labor en la Comuna, y para ir a su casa, inexorablemente tenía que pasar por mi casa, de paso, y entonces, mi abuelo, entraba todos los días, y tenía en la mesa, preparada, una copa de vino, que él siempre gustaba, y veía a sus nietos, y a los hijos, y los comentarios.
La casa donde nosotros vivíamos, en media manzana, y se acostumbraba que dentro de ese predio, quinta, palomar, corral de las aves, infaltables, los árboles frutales, con cuatro eucaliptus enormes, de quince o dieciocho metros de alto, un pino enorme, en el terreno descampado.
Y en una de esas oportunidades, que estaba tomando esa copa, en la esquina de mi casa, en su vereda, había un desnivel, y cuando llovía, se inundaba, y la gente no podía pasar.
Y un día el abuelo le dijo a mi papá, que se llamaba Victorio, le dijo:        -Victorio, me estás haciendo quedar mal, por era el hijo del Presidente de la Comuna, y la gente no podía pasar por su vereda.
¡Arreglala, por favor!
Sí papá, le dijo Victorio.
Y nunca la arreglaba, y un día llegó el equipo de la comuna, y ese día cuando llegó el abuelo, le dijo:
-Victorio, vistes que te arreglé la vereda.
Gracias papá, quedó hermosa, gracias.
Gracias, qué gracias, acá está la factura...
Transporte, material, y personal, todo incluido.
Él era el hijo del Presidente de la Comuna, pero la plata pública era sagrada.
Era un verdadero compromiso.
Lo hacían así, tan simple.
Ahora continúo con el baile, hasta las dos o tres de la mañana, y otro paso doble anunciaba la finalización del baile.
Los jóvenes querían siempre seguir bailando, pero con el alivio de las señoras, y ahí se terminaba la fiesta.
Y a mí me tocó alguna vez alguna de esas procesiones, y recuerdo que hacía mucho frío, mucho, y cuando íbamos a la escuela, de mañana, íbamos por la orilla de la cuneta, y que estaba la helada, y era todo hielo en esas cunetas, que parecía más frío, al ver eso.
Y los pobres autos nuevos, de esa época, tenían serios problemas, para ponerlos en marcha, porque estaban todos escarchados.
Y a algunos, hasta se les escarchaba el radiador, y tenían que buscar agua, aparte.
Y los que predominaban, eran los infaltables sulkys, un montón, con techo de lona, para cinco o seis personas, y con mantas y ponchos, pasaban el frío del camino.
Y allí se escuchaban los agradecimientos, por las atenciones recibidas, y se escuchaban las despedidas, sí.
Vuelvan al año que viene, se decían, siempre.
Antes tienen que ir ustedes a nuestra casa, a devolver atenciones.
Muy lindo todo, muy simple. Se hacía todo muy fácil.
Esto, fue hasta ahora un introito, más o menos, están ahora dispuestos, cómo se vivía en esa época, cómo era, ahora quiero explicarle, cómo se hacía vivir, en una familia tipo, sin heladera eléctrica, sin lavarropas, sin ninguna de las comodidades, que ahora a nosotros nos sobran, no era fácil, no era nada fácil.
Primero les voy a presentar a mi familia, para que ustedes se ubiquen cómo era la casa.
Porque había que hamacarse, para tener esa casa.
Mi madre se llamaba María Godín, mi padre Victorio Foresto, Ítalo, el mayor de la familia, tenía 95 años, y una niña que falleció a los dos años, se llamaba María Carolina, era lña más chiquita.
Y aquí está una hija, que dijeron, si tengo una hija le voy a poner ese nombre, que es tan hermosos, y aquí está, en esta reunión, presente, María Carolina, y todo el público, aplaudió.
Y presentó, al lado de su hija, a los demás integrantes jóvenes de su familia, que lo acompañaron en toda la reunión. Siguió el aplauso cerrado de la concurrencia.
Y ya soy bisabuelo, con cuatro bisnietos, de un año y medio, de tres, cinco y seis años, tres varones y una nena, con nietos que se casan y todo.
Si empiezo a hablar de mis bisnietos, no paro más.
Y a Heriberto, que le decíamos Tino, 84 años, y Victorina, que fue todo un espectáculo en el pueblo, falleció hace muy poiquito, muchos la conocieron, era mi amiga, mi hermana, y falleció hace poco a los 93  o 94  años.
Los últimos representantes de la familia, somos mi hermano y yo, ambos de más de 90 años, cada uno.
Y como éramos poco, adoptaron una nena.
Les voy a contar cómo, la adoptaron, mis padres.
Con los problemas, que hay ahora, para adoptar una nena, que es una locura.
Mis padres, tenían unos amigos en Corral de Bustos, que se visitaban, y en una oportunidad, fueron a visitar a ese amigo, y escuchaban a una nenita, en una casita de al lado, que lloraba, lloraba y lloraba, y en un momento, mi padre le dijo, ¿qué pasa con esa nena, que desde que llegamos está llorando?
Y, es una huerfanita, se le murió, la madre, y el padre desparramó, los otros ocho o nueve hijos, por todos lados, entre los parientes cercanos, y otros no tanto, y a ésta, no la quieren, pobrecita, de cinco o seis años, y un día yo le pregunté a mi madre: ¿Y cómo decidieron adoptarla?
Mirá, me dijo, tu padre me miró, no más, y yo hice una seña, de que sí, entonces, él se levantó, golpeó, en la puerta de al lado, salió un señor, y le dijo de la nena que lloraba, y que como no tenían comodidad, para tenerla, y se le ofreció, si se la querían dar, yo la aceptaría, le expresó, con firmeza.
El señor de al lado, les puede dar referencias de nosotros, nos conoce, de hace tiempo, sí, y fue una hermana más, así de simple.
Y no faltaba un par de pibes atorrantes, que venían a quedarse, diez o doce días, algunos sobrinos, y también venían a mi casa.
Ella, se casó al tiempo con un empleado de papá.
Nuestra casa, tenía seis enormes habitaciones, con una cocina, un garage, y una marlera.
¿Saben ustedes lo que es el marlo?
El envoltorio del choclo, se utilizaba para cocinar, en vez de usar carbón, u otra cosa, se usaba el marlo.
Era una habitación enorme, que le llamábamos, la marlera, y se depositaban los marlos, en la cosecha del maíz.
Y había un recipiente de como unos 80 centímetros, y los más chicos éramos los encargados de llenarlo, con marlos, para cocinar, después.
Era el combustible, y no se gastaba en conseguir otro.
Había otra habitación, donde se lavaba la ropa, y tenía una ducha, y en el fondo estaba el excusado, se imagina ustedes, con tres o cuatro grados de frío, y tener colitis, je, je.
El baño, tenía que estar lejos, nunca dentro de la casa.
Alguna vez se cocinaba un pavo, para Navidad.
Y estaba el terreno, con esos árboles, un duraznero, y la infaltable quinta, que abastecía, en épocas de vacas flacas.
Mi mamá, era la cocinera. Y manejaba la economía hogareña.
Como en muchas casas.
Hay que explicar un poco, cómo eran las reglas internas, para mantener, toda esa casa.
Hay que hamacarse, once personas, lavando la ropa a mano, que había que planchar, hacer la comida, para todos.
Había como en las que se ven en las películas de cowboy americanas, unos transportes, todos forrados por dentro, techados, carros, con cortes de carnes, que iban pasando, casa por casa, y la ama de casa, compraba, todos los días, la carne, no había heladeras.
Y también con carros pasaban los lecheros, los pescadores, en esa época, eran extremadamente raros.
Después sí, pero en ese entonces, pescadores, no había, generalmente.
Y el lechero, traía directamente su vaca, y la ordeñaba, delante de la gente.
Era, bien directo, del animal, al tarro, y más económico.
Para mantener la casa, había 8  chicos, en tareas escolares, con una abuela, que estaba en silla de ruedas, y había que cuidarla, y los domingos, como buenos italianos, creyentes, había que llevarla a Misa, y todo esto se realizaba en paz y armonía.
Nuestro padre tenía campo, y vivíamos, muy bien.
Vivíamos con mi tío, pero después vino la Gran Depresión, la gran crisis del año 30, que para que se den una idea, de esa crisis, que nosotros pasamos, por acá, porque de un día para otro, con un mal negocio, se pasaba directamente a la pobreza, de muchísimas familias, no era un caso particular, un montón de gente, les sucedió entrar en profunda crisis, empezó en Norteamérica, y se difundió por todo el mundo, una verdadera crisis, crisis de hambre, y en mi casa, eso se pudo paliar, porque mi madre, hacía maravillas, porque se aprovechaba todo, realmente, todo, la quinta, los frutos, las aves, lo único que comprábamos, diariamente, era la carne, sino todo lo otro era "fato in casa", sí, realmente.
Y había que tener un orden total, y la familia, toda, trató de ubicarse, en la nueva situación, y mi hermano y yo, nos levantábamos, nos hacíamos las camas, y hacíamos la pieza.
Nos llamaban, cuando había que hacer un mandado, los dos íbamos y veníamos.
Y a veces apostábamos, el que llega primero, va a tener la tarea más liviana, y nos matábamos, por ganar.
Se cocinaba con la famosa cocina llamada "económica", de hierro, con tres hornallas, se limpiaba, se cerraban las hornallas.
Con el fuego, se ponía una bifera gigante, y así se cocinaba, muchas veces, así.
Y en un rincón de la cocina, había un recipiente donde entraban más o menos 5 litros de agua, y esa era el agua caliente, para lavar los platos, después.
Todo bien controlado.
La crisis, por supuesto, cambió, todas las costumbres de la casa, y mi hermana, chica, enseñaba a tocar el piano, y tenía, n muchos, pero tenía sus alumnos.
Y así se sacaba unos pesos, también.
Pero en un momento, hubo que vender el piano, también.
Y mi otra hermana, Isolina, enseñaba labores, bordados, en fin, bordados a mano.
Y también había un vestíbulo, donde se hacían lo que hoy se llama asaltos, donde mis hermanos y sus amigos, traían sandwiches, y jugos, y se hacía la milonga, y mi hermano y yo éramos los vitroleros, los vencargados de manejar, en esa época la vitrola, sí. Los vitroleros, eran los "discjokeys", de la época.
Y había que bañarse. Y el jabón, también se hacía en casa, y ¿cómo se hacía?
En un tambor grande, de agua, se ponían, grasa, y otros ingredientes, que no recuerdo, y se ponían después en unos moldes, también de chapa, de unos 8 o 10  centímetros, de largo, y se volcaba el jabón, allí, se lo dejaba enfriar, y luego se lo cortaba en panes, y las tareas, no faltaban, nunca.
Pero uno de los problemas, más grandes que había en esa época, eran las alimañas, no había los insecticidas, de ahora, o había muy pocos, y muy costosos.
Y entonces, dos veces al año, sacábamos, las once camas, al patio, y del agua que hervía, con regaderas o pavas,  y regábamos con agua supercaliente, todo el colchón, que se había abierto, tratando de matar todas las chinches, las pulgas, y demás parásitos, que había allí.
Y los huevitos, que también había, y muchos.
Dos veces al año, se hacía todo ese trabajo, con los colchones, en el patio.
Había también que cardar la lana, para hacer que el colchón vuelva a ser mullido, y usable.
Y luego, el colchón, tenía todo alrededor, un reborde, como un repulgue, y nos sentábamos, todos alrededor, y matábamos los bichitos, uno por uno, aunque parezca mentira, sí. Y había que hacerlo, nomás.
No era la vida tan fácil.
Todo esto, siempre, estaba supervisado por la madre, siempre.
Y guay, que nos distrajéramos, nos ponían en vereda, en seguida.
Terminada la tarea, se secaban los colchones, y se rearmaba la pieza.
A grandes rasgos, así, vivía una familia de inmigrantes, en eswa época.
Había contado, que la abuela llegó de Italia, a una tapera, pero que duró poco, porque mi abuelo siempre fue muy activo, antes de venir a Argentina, había estado muy poco en Estados Unidos, y después fue un tiempo a Brasil y no se acostumbró, pero el decidió, primero ir a Buenos Aires, y después a Vila, y a Chañar, recién fundado, y que lo estaba esperando. Había muchas facilidades, para obtener tierras, los gobiernos, querían poblar, con inmigrantes europeos, de preferencia.
Los pueblos nacían al compás del ferrocarril. Llegaba el ferrocarril, primero, y cuando llegó a Chañar., se fundó Chañar Ladeado.
Foresto, dio por finalizada la charla, ante un estruendoso aplauso, de la concurrencia.
Y en ese instante, vino la pariente del Maestro de Música de Chañar, que hizo maravillas, con la música, y se levantó una señora hacia donde estaba Foresto, con otro aplauso, para la nieta de Lazarini, que recién había logrado llegar.
Y Foresto, pidió que les transmita a toda su familia, un merecido homenaje al Maestro Lazarini, que brilló, por esa época, en Chañar Ladeado, sembrando de música y color al pueblo, siempre.
Siguieron los aplausos, emocionados, de muchas personas con pasado en Chañar.
Y Foresto, dijo: -Acá el Doctor Abellan, que no se pierde una, me trajo la canción de Chañar Ladeado.
No la conocían como canción, y la nieta del maestro Lazarini, la leyó, para todos, como un poema:

Tu historia, es una historia de inmigrantes,
que trazaron un día tus caminos,
y el oro del trigal marcó destinos
para aquellos primeros habitantes.

Una tarde de sol, noble espejismo,
de aquellos que soñaban tu trazado
bajo un chañar agreste e inclinado,
firmaron a su sombra tu bautismo.

Era un canto de fe, pueblo heredado
con aliento y clara estrella
Dios entonces bajaba hasta la huella
bendiciendo a mis antepasados.

Se escribieron los días con un canto
y los surcos besaron la semilla;
un ruego quieto fue oración sencilla
de la llanura mística hasta el barranco.

Hoy que en tu pulso el corazón abarca
un aleluya azul de bronce sin badajo
hasta el rebelde corazón de un pájaro
regresa con amor a su comarca.

Esta canción, fue escrita por Mirley Avalis, siendo elegida de entre unas treinta canciones, presentadas. Una vez escogida la letra, el Director de la Banda de Música Comunal, Lito Turini, compuso su música.
Esta canción, se estrenó el 17  de agosto de 1990, durante un acto en la Escuela Fiscal No. 213.2
José Foresto dirigió Unión Vecinal, de 1918, a 1920, por segunda vez: de 1922 a 1924, por tercera vez, de 1924 a 1926, y la última vez, desde 1929, hasta su fallecimiento en 1930.
¡Loas al inmigrante!

 


Hoy conocí al Cordobés…

Soy feligrés de San Cayetano, y de ir todos los domingos a misa, uno va conociendo, aunque sea parcialmente, a los mendigos, que están en la salida de la Iglesia.
Uno de ellos, me llamó, la atención, un señor en una silla de ruedas, que cada vez que le daba una limosna, me premiaba, con una estampita de San Cayetano.
Fueron pasando los días, y una vez se me ocurrió, darle una radio y pasa Cds, antigua, pues con mi esposa, nos habíamos comprado algo mejor.
Y como lo conocía de hace tiempo, me hizo una solicitud:
¿No me vendería algún televisor, usado, que no le importe a usted?
Le expliqué, que yo se lo vendería, si él accedía a contarme su historia de vida…
Así quedamos.

Y él me contestó que se podría escribir todo un libro, con todo lo que le pasó, en su vida.
Así, pasaron varios días, y busqué algún televisor, pero yo ya había donado mis antiguos televisores, a la obra del Padre Santidrian, con los niños de la calle.
Pero, pregunté en un servicio técnico, que sabía que arreglaban televisores, y encontré uno adecuado, para tal fin.
El domingo 15  de septiembre, se lo llevo, y lo pude colocar en el baúl de mi auto, no sin dificultades, porque no era chico, ni liviano, y cuando encontré al mendigo, en su silla de ruedas, me explicó, que si podía llevárselo a su casa, y me dio, la dirección.
Yo salí de misa, y fui a almorzar con mi hijo Diego, y su pareja Laura, en mi casa, y después salí para llevarle el televisor, a la casa, del mendigo, que a todo esto, y yo ignoraba el porqué, no me quiso decir su nombre, solo que lo reconocían en el barrio, como el Cordobés.
Me estaba esperando, ansioso, en la vereda, y llamó a un muchacho, con autoridad, para que me ayudara con el televisor.
Se lo colocamos encima de una heladera, vieja, pero no tenía conexión adecuada de antena, sino solo, cables pelados.
Le expliqué que había cierta garantía por tres meses, y esto es lo que el Cordobés me relató, a continuación:
Así que a usted le llaman como apodo, el cordobés, sí, ¿Qué edad tiene, cordobés?
Yo tengo 62  años.
¿Hace cuánto tiempo que va a San Cayetano, usted, a pedir?
Hace dos años y pico.
¿Antes no?
No, porque, antes tenía los dos pies.
Nunca pedí nada a nadie, siempre cirujié, comí de la basura…
¿Usted cirujeó?
Claro, sí.
Yo nací, en Córdoba, por eso me laman el Cordobés, porque lo soy de verdad.
¿En qué ciudad, de Córdoba?
Y, usted sabe que no sé…
Yo soy hijo bastardo.
¿Usted no conoció, papá y mamá?
Yo conocí a mi mamá, a mi papá, como una nebulosa, no me acuerdo, nada, muy vagamente.
Mi madre conmigo, estuvo, un montón de años, sí.
Tengo una sola hermana, de diferente padre, sí. Vive en barrio 17  de Octubre, acá en Rosario, sí.
¿Y usted, nunca formó pareja, no tuvo hijos, nada?
No, yo soy casado, tengo siete hijos.
Ahora me siento solo, porque…
Está sin hijos, ahora.
No, los hijos, los tengo, los hijos están, pero no se arriman a mí, no sé cual será el problema, seré yo…
Seré yo el problema, o hay otro problema que no sé…
O la vida, los va apartando.
Claro, no sé… Puedo decir, que no sé lo que pasó.
Yo puedo decir, que siempre fui calavera, fui calavera, toda mi vida, salía con muchas mujeres…
¿Falopa?
Sí, conozco todo…
¿Qué conoce?
Conozco, la cocaína, la marihuana, conozco las pastillas.
Yo le pregunto: ¿antes fue el alcohol, o no?
No, yo fumo de chiquito, porque a los siete años, yo me escapé de mi casa, y encontraba los puchos de la calle, fui tomando de las mesas, lo que encontraba, si era vino, tomaba vino, si no, cerveza, vermouth, lo que quedaba…
En la avenida Pellegrini, me tomaba, lo que quedaba en las mesas, sí.
Alcohol, o lo que sea.
Cuénteme ¿por qué lo hacía?
Porque estaba sólo…
Por su soledad.
Claro.
Usted vivía, en la calle, ¿cuándo empezó a vivir en la calle?
A los siete años.
¿Nunca nadie, lo ayudó?
No, qué te van a ayudar…
Hay gente muy buena, hermosa en la vida, hay gente que yo no conocía…
(Se emociona y llora, por primera vez, de emoción)
Ahora, las empiezo a conocer, sí, (y sigue, visiblemente emocionado.)
Porque se acuerda de personas, buenas, que lo han ayudado…
Y sí, porque hay muchos que son una manga de hijos de p…
Cuando uno es niño, y está en situación de calle, como usted estuvo, a los siete años de vida…
No me importaba nada, no me importaba nada de nada.
Yo pregunto: El mayor que se le acercaba, ¿lo explotaba a usted, o no?
A mí, nunca me explotaron, no.
Y ¿cómo hizo para vivir, así, desde los siete años, tan jovencito?
Uno busca, uno sobrevive, nadie lo busca, ¿tenés laburo para mí?, yo preguntaba, y me decían, metete allí, y vendé…
Y te pago tanto, y uno sobrevive, así.
Nadie lo busca a usted, nadie.
Claro, para poder comer, para poder vivir.
Y por la soledad, comenzó, con pastillas, y drogas, con la cocaína.
Hace nueve meses que no tomo cocaína, ni alcohol.
No me mienta, ¿sabe?
No tomo, pero sigo fumando mucho, tabaco, cigarrillos comunes.
Yo soy médico, por eso le quiero preguntar, ¿Cómo fue su enfermedad?
Yo tuve una gangrena, por diabetes, porque yo no me curaba, nunca, y así terminé, perdiendo una pierna, completamente.
Ah, ¿usted, es diabético?
Sí, pero yo estaba de caravana, quería de todo, no me curaba, no me atendía, y así terminé.
¿No le hacía caso a los médicos?
No, los médicos, no te hacen caso a vos.
¿Por qué?
Porque yo voy ahora, al dispensario, y me dicen: tenés que sacar un turno, para, de acá a seis meses, y de acá a seis meses, me olvidé, del turno, me olvidé de mí, de todo…
No lo ayudó, la sociedad, a usted…
Son instituciones, que están para ayudar, pero no lo hacen, con un sentido íntegro.
¿No ayudan al marginal?
No sé si al marginal, de repente, un día, me hicieron volver loco, me quise prender fuego, hasta eso hice, sí.
¿Por qué?
Porque no me daban la atención médica.
¿Vos te tiraste, un bidón de nafta?
Sí, me lo tiré, encima, y me agarraron allá.
Tenía una tarjeta de cien pesos para comestibles, y tenía un pie ortopédico, antes de las elecciones, fue. Me llevaron, me tuvieron un mes, que pasó las elecciones, en el Carrasco, me atendieron, todo lo más bien, tenía el pie, y tenía la tarjeta, y cuando terminaron las elecciones, me sacaron de raje, de allí, y caí acá, con una patada en el traste.
¿Cómo estás en esta vivienda?
Esto, hace mucho, porque, yo empecé a trabajar, con un doctor, un abogado, y de repente el abogado, me defendió, a mí, porque, yo me ganaba la vida, como sea, en la calle, no me importaba, cómo…
Y estuve preso.
¿Por qué estuviste preso?
Por robo.
Entonces, el abogado, me ayudó, y me sacó.
Y después empecé a trabajar para ese abogado, sí. Me dio casa, de todo.
Y yo lo cuidaba a él.
¿Vos sos hincha de Newells?
Y sí.
¿Siempre?
¿Fanático de Newells? (Tenía camiseta de NOB, con un crucifijo.)
Están en la buena, ahora, los leprosos. Ayer ganaron.
Y sí. No pude ir a la cancha, porque no tengo a nadie, que me empuje…
Vivo sólo, como un perro.
No tengo para el taxi.
¿Y cómo hicistes para venir de San Cayetano, a tu casa?
En taxi, sí.
¿Y te aceptan, llevar con silla de ruedas y todo?
Esta silla de ruedas, me la agarró, un taxi, hace seis días atrás, y me tiró unos diez metros, decí que no me hizo nada a mí, me rompió, toda la silla…
¿La silla, es plegable?
Sí.
¿El taxista, tiene obligación de parar, y no lo hace?
No, yo fui a ILAR, y me prometieron, una silla nueva, tengo que ir ahora, cuando pueda, que alguien me ayude, para ir.
Ahora, ¿este problema en tu pierna, fue fundamentalmente, por tu diabetes, mal controlada?
No, fue por mis errores. Porque me veían, y me decían, a ver como estás, humm, te vamos a dar este remedio, y te tenés que curar vos…
Yo no soy ni enfermero, ni nada, yo no sé, y yo, caravanero, tomaba cocaína, escario, me iba con las prostitutas, por ahí, y así terminé…
Cada ver, más olor fétido, y terminó en gangrena, por pie diabético.
Yo sé que vos no les prestás atención a los consejos médicos, pero yo soy médico, yo te digo, que este problema, que tuvistes en la pierna, se debe a las arterias, y que vos seas diabético, y que encima, por nervios, estés fumando demasiado, te puede afectar el otro pie…
Eso es lo que me pasa…
Entendés eso…
Sí.
Lo razonás, y no podés hacer nada, igual…
No, dejé al alcohol, y la cocaína, y la abstinencia, se ve que me dio esto, porque…
Porque la cocaína te empeora todas las arterias…
Sí, pero ahora no tomo más.
Ni alcohol, tampoco.
Y no tenés, ningún centro de salud, donde vayas periódicamente…
Sí, tengo uno, voy, y les digo: mirá que esta pierna está mal…
Yo conozco mi organismo, y yo sé que está mal.
No, y me dicen, tomate, esta pastillita, y así. Y así perdí la pierna, ya hace tres años.
Se puso negra la pierna.
Sí, claro.
Ahora, ¿las mujeres, te acompañaban a vos cuando tenías plata, pero si vos no tenías plata, se te iban?
Por supuesto. Era así la cosa. Lo que es importante, es la picardía, todos tenemos picardía.
Nadie, te acompaña, tengo siete hijos, tengo mi exmujer, que no me quiere dar la separación, ni nada, que he buscado, un montón de veces, arreglos, para tratar de estar bien los dos, ella y yo, porque quiero rehacer, mi vida, también…
¿Cuántos años estuviste detenido?
La mitad de mi vida, unos veinte años.
¿Acá, en Rosario?
No, yo he estado, en todas partes.
Y, vos que conocés, ¿cómo es la vida tumbera, cómo es la vida en la cárcel?
No, adentro te portás bien.
¿Tuviste lío?
Siempre tenés, líos, te peleás, por un jabón, un balde de agua, por un pedazo de pan, que alguien agarró un pan de más, ¿porqué te lo agarrás?, porque tenemos cada uno que agarrar siete, y te agarrantes, ocho, y pum, pum, pelea, siempre. Siempre hay lío.
¿Y te peléas a trompadas?
Y a puñaladas. Sí, yo estoy cortado.
Nunca me operaron, no.
Porque yo operé muchísimos, cortados, en el transcurso de mi carrera…
¿Hay códigos en la prisión, o ya no?
Ya no hay más código, no…
Se perdió todo, sí.
Hay muchas ideas para que se termine de a poco, todo esto.
Yo tengo muchísimas ideas.
Que he visto, y sé como combatir, al joven, sé que hay espacios, para trabajar…
¿Qué aconsejarías para que la gente, no haga tu camino? ¿Qué se les consiga trabajo?
No podés aconsejar, porque de los trece años, para adelante, a los pibes, no los podés controlar, más.
Hay que actuar, antes de los trece años.
Claro, desde niños. Si vos los dejás que manguee, porque trae un pesito a la casa, porque se compró una zapatilla nueva, porque robó, y lo apañás, porque volvió, y mañana, o pasado, cuando, pase los trece, va a volver a tu casa, pero finado.
El control, debe existir, de antes.
Antes de los trece años.
En la familia, y en la escuela, sí.
Pero muchas veces,. La familia, NO PUEDE…
Porque no consigue trabajo el marido, la mujer, tiene los pibes, los pibes se desbocan, se van. No los podés controlar.
Te veo con un rosario, y un Cristo.
Creo en Cristo, en Dios, y en la Iglesia Católica…
De chico, creo.
Conozco, todas las religiones, evangélicos, espiritistas.
De chico mi madre, me llevó, y yo veía cosas, porque yo no sabía leer ni escribir, y aprendí como pude en la calle. A escribir, no aprendí, en ninguna escuela, en ningún lado.
Yo tengo seis televisores, que no andan, yo tengo seis, que no sé, si se pueden arreglar…
En el futuro, intentaremos ver si se puede hacer algo por seos televisores, que tenés allí atrás de esa cortina.
Pero no para mí, para otras personas que los necesiten…
No, yo quiero, que acá en el barrio, te manejes, como te estás manejando, y si se puede arreglar algún otro televisor, que vos determines, que vas a hacer, y a quien ayudar.
¿Te sentís muy sólo? ¿No te sentís, muy acompañado, vos? 
No, y cuando vienen mis dos hijos más chicos, con problemas. De vez en cuando vienen, y son drogones, los dos.
De diecisiete, y diecinueve.
Y hay uno, que está preso.
Después los otros, están todos bien, tiene su casa, su pareja, sus hijos.
Y nos despedimos.


150 AÑOS EN ROSARIO:
Aún resuena en mis oídos el sonido de esas hermosas campanadas, cuando el lunes 2 de Diciembre, del año 2.013, entraron en el Teatro El Círculo, totalmente colmado, las Hijas de María, fuertes aplausos, y tras ellas, levantada por alumnos huertanos, la imagen de la Virgen del Huerto.
También fueron muy sentidas, las palabras de la Madre Superiora, María Delia, quien recordó que la Obra Huertana-Gianelliana, presente fundamentalmente en dos ámbitos primordiales, la salud y la educación, superando fronteras, por amor a Cristo, para servir, en Italia, en España, India, República Democrática del Congo, Estados Unidos, Brasil, Bolivia, Paraguay, Chile, Uruguay y Argentina, con proyectos de evangelización, y promoción humana,
y, después, el agradecimiento que en nombre de la ciudad, bridó la Intendenta municipal, Doctora Mónica Fein, porque, expresó:  -la ciudad se hizo con la caridad, de las distintas instituciones, que las Hermanas llevaron adelante, porque el ejemplo y su compromiso, ha formado a miles y miles de generaciones, que son más solidarios, y que piensan en el otro. Y que escuché recientemente que en un mensaje el Papa Francisco dijo que Rosario, está llamada a formar patriotas, y que lindo eso, participando en la Parroquia, en la Vecinal, en el Club, y esta Comunidad Religiosa ha sido parte de la Historia de Rosario, gracias por lo enseñado, por lo que nos seguirán enseñando, y en nombre de la ciudad venimos simplemente a hacerle un reconocimiento, GRACIAS.
Otro instante hermoso, fue cuando una cantante, acompañado por un piano, con un gran ramo de flores, entonó con maestría el AveMaría, y fue caminando por el escenario, hasta terminar su canto, dejando las flores al lado de la Virgen del Huerto.
Pero ahora quiero transcribir el audio del video que se mostró en el Teatro El Círculo, para recordar la Historia de las Hermanitas que llegaron con una simple valijita hasta ESTAS tierras del sur.
EL FUEGO DE DIOS:
El Fuego que nos une, ¿quién sabe por qué llegaron? Y ¿por qué aquí?
Pero las Hermanas hace 150 años desembarcaron, en nuestra ciudad, con fe inquebrantable y una valija, llena de caridad vigilante, solo traían con ellas, la imagen de la Virgen del Huerto, y el fuego del Señor, vivía en ellas.
La Congregación de las Hijas de María Santísima del Huerto, conocidas también como Gianellinas, nacieron en Chiávari, un pueblito al norte de Italia, en Génova, allá por 1.849, con pocas mujeres, famosas por su caridad, y luego cientos que se extendieron por distintos puntos de Italia, y la Congregación toma su nombre porque allí está el santuario de la Virgen del Huerto.
Desde Europa, hacia América del Sur, vino un grupo de hermanas, siempre atentas a cumplir su misión evangélica, y en 1.852 Rosario recibió el nombramiento de ciudad.
Iban a cumplir el llamado que Dios le había encomendado a San Antonio María Gianelli.
Ciudad incipiente, a orillas de un río, con apenas doscientas casas, una plaza, una ciudad dispersa, de treinta manzanas.
La Argentina era todavía una tierra desgarrada por las diferencias políticas, ruido de lanzas chocando, luchas internas, batallas campales, tierra asolada por los malones, y sin embargo, un lugar bendecido, por la Virgen del Rosario.
Las hermanas llegaron, las estaban esperando, para traer el Fuego de Dios, e iluminar los pasillos del Hospital Provincial de Rosario, con la Sociedad de Beneficiencia, dirigida por las Damas de la Caridad, que ayudaron a crear el Hospital llamado por ese entonces Hospital de Caridad, hoy el Hospital Provincial.
Fue construido, por la caridad pública, y la ayuda de estas mujeres…
Y con ese Fuego de Dios, siguieron sembrando y apareció el Primer Colegio Religioso de Rosario, Nuestra Señora del Huerto, fundado en 1.863.
Y la ciudad crecía, a un ritmo vertiginoso, y comenzaba a consolidarse como el granero del mundo.
Pero su crecimiento, iba acompañado, de las dificultades, propias de su desarrollo, se multiplicaban las actividades y los asentamientos, y también aparecía la pobreza, la marginación y aún epidemias, causando muertes, y daño.
En ese marco, era necesario, la existencia de hospitales, y con instituciones de Rosario.
En 1.869, se colocó la piedra fundamental del Huérfano y Expósitos.
Y se leyó una carta desesperada de una madre que abandonaba a su hijita, y les pedía encarecidamente a las Hermanas que le bautizaran, a su hijita, que nunca más volvería a ver…
En Rosario se crea después el Asilo de ancianos y dementes, con la Sociedad de Beneficencia, con los ancianos abandonados, desamparados, y los insanos mentales, y las Hermanas del Huerto seguían trabajando incansablemente para continuar manteniendo viva esa llama…
Sus rezos y Rosarios, acompañan sus conocimientos…
Auxilio físico, y paz espiritual.
Para las Hermanas, la salud, no se apaga nunca, para entonces Rosario, era una ciudad de 70.000  habitantes, los cuales, más del 40 %, eran jóvenes.
La lepra, la tuberculosis, no discriminan edad, y hacen estragos en los pobladores, y son causa de muerte.
Como respuesta se construye la Casa de Aislamiento, para atención de enfermedades infecto-contagiosas, o denominado después Hospital Dr. Carrasco.
Allí, también estuvieron las Hermanas del Huerto, por su amor a Dios.
Con algún auxilio, la ciudad continúa en su espacio, y con su crecimiento, y se hace necesaria la formación educativa y espiritual. Por eso, y siguiendo los ideales de su fundador, se crea, la nueva misión educativa, el Colegio San Antonio María Gianelli, inaugurado en el año 1.936.
Desde entonces, hasta hoy, la acción de las hermanas, ha continuado, no se ha detenido, y está en cada uno de nosotros…
San Antonio María Gianelli. Un sacerdote humilde que supo leer los signos de su tiempo. Que supo hacer crecer y multiplicar ese Fuego Divino, en miles, y millones.
Rosario, ciudad, que se pensó a sí misma, ayer Pago de los Arroyos, fue bendecida con la llegada de estas hermanas, que hicieron tanto por la urbe y sus habitantes, y que aún hoy, algunas de ellas, ya muy ancianas en su físico, pero ágiles en su mente, con gran lucidez y carácter, siguen rezando incansablemente por la Obra Huertano-Gianellina.
Pese al cansancio, que arrastraba de mi actividad diaria, salí del Teatro, con una sonrisa, dando gracias a la Virgen, mientras las calles de Rosario, estaban mojadas, por una reciente lluvia inesperada…



100 AÑOS DEL COLEGIO LA SALLE DE ROSARIO.



100 años del Colegio La Salle de Rosario:
1913-2013.

El día del Fundador, San Juan Bautista de la Salle, es el 15 de Mayo, y siendo Domingo de Pentecostés, el 19 de Mayo, se conmemoró, con una Misa, a las 11  horas, los 100  años de la Institución.
Quiero aclarar que mi padre, que llegó desde Corrientes, para estudiar Medicina, en nuestra ciudad, Rosario, decidió, al tener yo la edad, que debía ir a una buena escuela, y eligió el La Salle, para mí, antes de cumplir mis seis años, y aún así me tomaron en lo que en ese entonces era primero inicial.
Cuando mi papá me dejó, según me contaba, yo lloré, cuando lo ví irse, pero él volvió, después de un ratito, y decía que ya se me había pasado el llanto, y lo único que hacía era borrar una y otra vez, con mucha insistencia.
Pasé mis años de escolaridad primaria en esta escuela, de la que tengo buenos recuerdos, y después, como ya había hecho mi primo Carlos, que era como un hermano para mí, me enviaron a hacer el secundario al Superior de Comercio, otra escuela prestigiosa de la ciudad.
En esa época del primario, observé con sorpresa, algunos castigos que se practicaban en ese entonces, y como un chico se portó muy mal, el maestro lo puso, con su guardapolvos, colgado en un perchero.
Métodos arcaicos, y bruscos, se dirá, pero también recuerdo que mis compañeros, no eran de quedarse atrás, así no más, y en una pelea, uno de ellos, que a veces pasa cerca de mi casa, le vació un tintero en la cabeza a un compañero, lo que motivó que lo cambiaran de colegio.
Recuerdo también que una vez discutí con un famoso concejal de la ciudad, por el lugar para ir a tomar agua en el recreo.
La formación era muy buena, pero además se encontraba integrada con una buena formación de educación física, que hacíamos en el gran patio del colegio, y que para mi memoria, se complementaba con torneos de football, muy entretenidos.
Rememoro, que emoción grande sentí, siendo un niño, de tener pegada en mi camisa blanca, el número de jugador, que había hecho mi abuela, y ese día sentí que era diferente mi partido.
Yo admiraba a los jugadores de football, de Central y Newells old Boys, y tener un número, en mi espalda, era ser como uno de ellos. Ignoro el resultado del partido, pero todavía lo recuerdo con cariño.
También me acuerdo de los partidos que se hacían en una canchita, que hasta tenía arcos con red y todo, y que nos controlaba un referee.
Una vez, jugando para mi curso, contra un equipo que era más débil, por primera vez, y en ese momento yo jugaba de atacante, hice como seis goles en ese partido. Y como había espectadores del barrio, me aplaudieron mucho.
La sorpresa para mi fue grande cuando unos días después, estaba en el parque Urquiza, paseando, y escucho a mi espalda dos jóvenes que dicen, mirá, ese que va allí, hizo 6  goles el otro día en el La Salle. En ese momento sentí por primera vez, la sensación que había hecho algo importante, para mí, y yo tenía menos de 10  años de edad.
Otra vez, estaba jugando otro partido de football, y había un compañero mío, que estaba unos años más chico, por su categoría, pero que ya se avisoraba como deportista de elite, tanto que llegó a jugar en la primera de NOB, y de Boca Junior, y posteriormente, fue Director Técnico, en algunas oportunidades de Central Córdoba, que amagó ir para un lado y salió jugando para el otro, y entonces, le crucé mi pierna, con fuerza, y voló por el aire, siendo por primera vez en mi vida amonestado, lo que me sorprendió, y me cuidé para que no me expulsasen.
A veces se hacían reuniones entre alumnos y familiares, y me tocó participar en varias, de las que me acuerdo fueron dos. En la primera hacía de domador de fieras, y corría a mis compañeros con un látigo multicolor, y yo disfrazado de domador, lo que me gustó mucho.
En la segunda ocasión, mis compañeros y yo interpretamos la obra Pinocho, y el Hospital de los Muñecos, y como mi papá era Médico Cirujano, no podía ser de otra manera, que me disfrazaron de Médico, que operaba a Pinocho. Yo estaba con barbijo y todo, y mientras escuchábamos la música, íbamos interpretando la pieza, que no sé si salió bien, pero yo me divertí muchísimo.
Como en el Colegio había un cuadro de honor, yo lo miraba siempre, y muchas veces, en mi curso estuve en los primeros puestos, fui abanderado y me dieron una medallita de plata, pero el Colegio acostumbraba hace tiempo, entregar muchas medallas a los alumnos, y como yo era buen alumno, me dieron muchas de ellas, que conservo con cariño, y cuando me las pusieron, me sentía un general, je, je.
Hacía mucho tiempo que no había entrado en la Iglesia del Colegio La Salle, y recuerdo, que cuando yo estaba en mi cursado de primaria, mis padres contribuyeron con un ladrillito, para su construcción.
La Iglesia es sencilla, y bastante amplia.
En el altar un gran Cristo, crucificado, a los costados están las fotografías ampliadas del fundador: San Juan Bautista de la Salle.
Todo estaba engalanado, con flores, y al costado del altar había una pequeña orquesta, con varios integrantes, cada uno con micrófonos, que serían los encargados de tocar y cantar, durante la ceremonia conmemorativa.
Uno tocaba la guitarra, otro la pandereta, otro se ocupa de la batería, una señorita, que es cantante, y otro es el encargado de tocar un tamborcito de mano.
Cuando ingresé a la Capilla me dieron una varita de madera, cortadita, que ignoraba el sentido de la misma, a mi arribo.
Entre los concurrentes, muchas madres, con sus niños, una monja, exalumnos, maestros, profesores, alumnos, familiares. Los niños jugaban con las varitas de madera, y otros con sus autitos y sus peluches, esperando que se iniciara la ceremonia.
Esta Misa se iba a hacer en el medio del patio, pero un cielo nublado, con amenaza de lluvia, se optó por el interior de la Capilla.
Por eso estaba programado, que cada uno de nosotros arrojásemos en un gran fogón, que se iba a realizar, nuestras varitas de madera, con un agradecimiento a la Divinidad, o con algún gesto de entrega para nuestro futuro, pero el tiempo lo impidió, y cada uno de los presentes, se llevó su varita de madera, a cada uno de sus domicilios, como recuerdo.
Muchos maestros, que saludan a sus alumnos y a sus padres.
El sacerdote que oficiaba la ceremonia religiosa, en su homilía, destacó que el paso del tiempo va dejando algunas huellas en nuestros rostros, inevitables, y las más evidentes, decía, son las arrugas cutáneas en el rostro, que son muchas las que hablan de nuestro modo de reír, de sentir, de llorar. Hablan de las experiencias más profundas que hemos tenido en nuestra vida, ya sea de alegría o de tristeza. Pone en evidencia por donde hemos andado, en el camino de nuestra vida.
Pero consideró que las arrugas de la piel no son las más importantes, a las que tampoco se les debe prestar mucha atención, sino que se podrían considerar como un premio a una vida bien vivida.
Las arrugas, bien llevadas, son signos de respeto. De madurez. De experiencia, y aún de estima.
Pero más importantes, en nuestra vida, son las arrugas del corazón, son las arrugas del alma, del espíritu, ellas son invisibles, la amargura por ejemplo, o la sensación de fracaso, o aún el malhumor, como algo que nos caracterice.
Que se nos manifiesta en nuestros párpados caídos, en nuestras cejas, y pone en evidencia, lo que no ha andado demasiado bien en nuestra vida.
No se debe resignar, ni creer, que no hay ningún remedio para ellas, y habló el párroco que la respuesta es lo que ese domingo se celebró, la Fiesta de Pentecostés, la venida del Espíritu Santo, que sopló Jesús a sus Apóstoles.
Y es el Espíritu que nos renueva el alma. Nos renueva a cada uno el corazón, triunfando sobre el pecado, la muerte, la tristeza, la amargura.
Y es el que recibimos de nuestro bautismo, todos los bautizados hemos recibido al Espíritu Santo, sí.
Cuando terminó la Misa, y ya salía de la Capilla, un señor mayor, me paró, me llamó, y me comentó que me recordaba, porque mis bigotes le hacían acordar a mi papá, que era Médico, y que vivía en la calle 25  de Diciembre, como antes se llamaba mi cuadra, y que él había nacido en 1952, un año después de mí y se llamaba Juan Carlos Masa, lo que me produjo una gran emoción, que no esperaba, que después de tantos años, alguien me reconociera.