BATALLA DE TUCUMÁN:
La necesidad de conquistar el Alto Perú, había sido esquiva para los patriotas, con el desastre de Huaqui, del 20 de Junio de 1811, la pérdida de Cochabamba, el 13 de Agosto de 1811, y la retirada hacia el sur.
El mando del Ejército, pasó a Juan Martín de Pueyrredón, primero, y después a Manuel Belgrano, el 26 de Marzo de 1812, en la Posta de Yatasto.
Tampoco, la sociedad alto-peruana se había brindado a la causa libertadora, y había una especie de murmullo en contra del ejército libertador, y sus ideas y costumbres más bien paganas.
Solamente restaba retroceder, y también por Paraguay, las cosas no habían salido como se ideaban los revolucionarios de Mayo.
Entonces, desde Buenos Aires, se le dio la orden al General Manuel Belgrano, que bajara a la brevedad hacia Córdoba, para protección del gobierno de Buenos Aires.
No se quería que las tropas realistas avanzaran hasta dicho puerto.
Reinaba el pesimismo, acompañado por fracasos militares en el Norte.
Pero lo que revirtió los hechos, fue el nivel de adhesión que la causa patriota despertó en los habitantes de Jujuy y de Tucumán, y Salta.
Entonces Belgrano decidió hacer una primera jugada militar, para obstaculizar al enemigo godo, que se aproximaba, y quiso hacerle caer el avituallamiento, y lo logró con lo que se conoció como el Éxodo Jujeño, el 23 de Agosto de 1812, que logró despertar el entusiasmo de todo el pueblo, en este rincón apartado de la geografía de las Provincias Unidas del Río de La Plata.
“Hay más aún que decir en honor del general Belgrano. Hasta que él tomó el mando del ejército, se puede asegurar que la revolución, propiamente dicha, no estaba hecha en esas mismas provincias que eran el teatro de la guerra. Cuando en principios de este mismo año (1812), emprendió el general Pueyrredón su retirada con el ejército nadie (…) se movió de su casa y esos salteños y jujeños, tan obstinados y patriotas, como valientes después, se quedaban muy pacíficamente para esperar al enemigo y someterse a su autoridad sin excluir muchos empleados y militares que no estaban en servicio activo. Cuando en agosto emprendió el general Belgrano la suya, la hizo preceder de un bando fulminante, mandando el completo abandono de los pueblos y lugares que debía ocupar el enemigo,…”relató José María Paz, es Memorias Póstumas.
Y siguió expresando: “no trepido ni un instante en asegurar que fueron de una gran utilidad política: ellas despertaron los ánimos ya medio resignados a sufrir el yugo español; ellas nos revelaron, haciéndolo mayor, la gravedad del compromiso que habíamos contraído, cuando tomamos las armas contra el gobierno establecido por la metrópoli; ellas, en fin, nos hicieron conocer que era una cuestión de vida o de muerte para nuestra patria la que se agitaba, y que era preciso resolverse a perecer o triunfar; fuera de que estas medidas enérgicas, que recaían indistintamente sobre las personas más elevadas de la sociedad, hicieron la imaginación de las masas de la población, y las predispusieron a desplegar esa fuerza gigantesca que ellas mismas ignoraban y que después han hecho de las provincias bajas un baluarte incontrastable.”
Los patriotas de Tucumán se negaban a ir hacia Córdoba, y en la casa de Bernabé Aráoz, se reunieron los vecinos, y allí “se acordó por unanimidad, nombrar una comisión, cerca del Comandante Balcarce, para manifestarle el disgusto que sentía el pueblo, por la medida que tomaba, de desarmarle e inutilizarle así los esfuerzos generosos que ofrecieran, si el ejército se resolvía ayudarlos en su defensa...” (Carta del General Alvarado a Teresa V. de Aráoz, 6 de febrero de 1869.)
La comisión se encargó a los vecinos tucumanos: Bernabé Aráoz, Pedro Miguel Aráoz y Rudecindo Alvarado.
Esto hizo cambiar de opinión a Belgrano, y él le expresó al Triunvirato:
“Son muy apuradas las circunstancias, y no hallo otro medio que exponerme a una nueva acción: los enemigos viene siguiéndonos. El trabajo es muy grande; si me retiro y me cargan, todo se pierde… la gente de esta jurisdicción ha decidido sacrificarse con nosotros, si se trata de defenderla, y de no, no nos seguirán y lo abandonarán todo.”
Entonces Belgrano se decidió a esperar a Pío Tristán en Tucumán.
Y aquí ocurrió otro milagro, el gauchaje, que no era tomado en cuenta para otras cosas importantes, se sumó al combate patriota, y aunque para las leyes de estudios bélicos, la caballería no era tomada como cosa muy importante en esa época, pues se la consideraba un arma menor, aquí en Tucumán fue decisiva, para crear el terror en las filas de españoles, ayudados por sus vistosos coloridos de sus vestimentas, y las mortales lanzas improvisadas.
Los realistas, con tropas que superaban los tres mil hombres, ingresaban por el “camino real”, hacia Tucumán, pensando que los americanos no combatirían, siguiendo su retirada, con su artillería desmontada de sus cureñas, a lomo de mulas, y no entró en combate, nunca…
Belgrano dispuso sus tropas al norte de la ciudad, pero envió a Gregorio Aráoz de Lamadrid con un grupo, para recabar novedades.
Pero éste, al llegar las cercanías de los nogales, vio la vanguardia enemiga que avanzaba, y decidido a obstaculizarlos, prendió fuego a unos pajonales, y este fuego fue el que obligó a los realistas, abandonar el camino real, por el que venían, volcándose al oeste, siguiendo la falda del cerro por el viejo camino del Perú, que iba hasta El Manantial.
Así los españoles no ingresaron por el Norte, sino por el Suroeste.
Al saber esto, Belgrano cambió el sitio de sus tropas, y las dispuso cerca del Campo de las Carreras.
El ejército patriota tenía sólo 1500, hombres. Con tres columnas de infantería a cargo de Forest, Warnes y Superí.
La artillería, con cuatro piezas, comandadas, por el Barón de Holmberg.
Y lo que primó fue la caballería a la derecha con Juan Ramón Balcarce, y a la izquierda con Bernaldez Pallado, con ponchos multicolores, grandes cuchillos y lanzas.
Como reserva de infantería y caballería, estaba Manuel Dorrego.
Lo que realmente sucedió el día del combate, es una nebulosa, con gritos, mucho polvo, hasta una sorpresiva manga de langostas que oscureció el panorama, y un fuerte temporal de viento, que arreció en el campo marcial.
Los gauchos, sin mucha disciplina militar, perseguían a los realistas hasta el final, hubo desconcierto general, y describe José María Paz, en sus Memorias Póstumas: “había cerca de quinientos prisioneros, cinco cañones, armamentos y muchos jefes de nota tomados prisioneros”. La plaza estaba fuerte; las azoteas y casas inmediatas estaban ocupadas por nuestras tropas; los fosos y calles, bien artilladas y guarnecidos, finalmente, todos resueltos a la más vigorosa defensa.”
A la siguiente mañana del combate, Pío Tristán se retiró hacia el Norte. Tuvieron los godos, 400 muertos, contra 80 de las fuerzas patriotas.
Se tomaron muchos prisioneros y armamento militar.
En el Primer Parte Militar de la Batalla de Tucumán, Belgrano escribió:
“La patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas el 24 del corriente, día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos 7 cañones, 3 banderas, y un estandarte: 30 oficiales, 4 capellanes, 2 curas, 600 prisioneros, 400 muertos, las municiones de cañón y de fusil, todos los bagajes, y aún la mayor parte de sus equipajes son el resultado de ella. Desde el último individuo del ejército, hasta el de mayor graduación, se han comportado con el mayor honor y valor…”
Lo que cambió Belgrano, fue el espíritu de los patriotas Tucumanos, Jujeños y Salteños, aunque habían de Santiago del Estero y otras zonas, e impuso a la tropa, observancia religiosa, donde se destacó la veneración a la Virgen de la Merced, demostrando así que los patriotas eran devotos marianos, y no solamente los españoles.
Ya la acusación de herejes, enemigos de la religión no fue más un arma bélica.
Y el General Belgrano, en una importante celebración, donó su bastón de mando a la Virgen de la Merced, que desde aquí es Patrona del Ejército Argentino.
En la Iglesia de la Virgen de La Merced, en la ciudad de Tucumán, se ve un bastón que es réplica perfecta del que regaló Belgrano, por razones de seguridad, ya que el original está resguardado en sitio seguro.
DOS DIBUJOS DE NIÑOS PREMIADOS, DE ROSARIO, Y EN EL CENTRO EL REFERIDO CUADRO DE VÍCTOR QUIROGA, EXPUESTO EN EL CENTRO CULTURAL FONTANARROSA.
Valga esta narración para homenajear el espíritu del pueblo tucumano, que permitió sacar una victoria decisiva, del fracaso que traían las tropas desde el Norte.
Se agradece al destacado historiador Santiago Rex Bliss, por su obra: Batalla de Tucumán, Libro conmemorativo: 1812-2012.
Pintura del conocido pintor tucumano Víctor Quiroga, sobre la Batalla de Tucumán, se observa la lucha bélica, y se resalta la figura del General Manuel Belgrano, delante.
Como detalle, en la parte superior se adivina la presencia de la Virgen de la Merced.
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