www.encompaniadeladultomayor.blogspot.com.ar

lunes, 24 de agosto de 2015

HOMENAJE AL GRAN SANTO DON BOSCO:

200 AÑOS DEL NATALICIO DE DON BOSCO:
Hoy, domingo 16 de Agosto del año 2015, se conmemora en Argentina el día del niño, y es para mí un motivo de alegría, ya que está cerca de cumplir su primer año de vida, mi primera nieta, Emilia.
Pero también el mismo día es un motivo de alborozo, pues es el día en que hace ya 200  años, nacía ese ser luminoso, San Juan Bosco.
Relataré algunos tramos del inicio de la vida del santo, y pido perdón a él mismo, ya que sus primeras ideas eran que estas memorias no se revelaren públicamente, como a posteriori sucedió, pero que no partieron de sus decisiones.
Entre los trabajos póstumos de don Bosco, el más sugerente y valioso desde el punto de vista pedagógico es Memorie dell´Oratorio di S. Francesco di Sales, 1815 al 1855. El manuscrito autógrafo de estas memorias se conserva en el Archivo Salesiano Central de Roma, fue redactado entre 1873 y 1875, y completado entre 1877 y 1879.
“Escribo para mis queridísimos hijos Salesianos, con prohibición de dar a publicidad estas cosas, tanto antes, como después de mi muerte.”
La primera edición del manuscrito original, preparado por Eugenio Seria, en 1946, doce años después, de la canonización del autor, pero la publicación no estaba destinada exclusivamente, a los miembros de la Sociedad Salesiana, sino al público en general.
En 1951, el pedagogo A. Auffray hizo la traducción Francesca: 40 Années d´epreuves, 1815- 1855. Hasta ese momento, sin embargo, la memoria de Don Bosco, no pareció ignorada completamente, ya durante la vida de Don Bosco, y sin duda, con su explícita aprobación, uno de los colaboradores más cercanos, Giovanni Bonetti, las  habría utilizado, para la redacción de su Historia del Oratorio, publicada por entregas en la revista Bollettino Salesiano, 1879, 1886.
En 1991, Antonio da Silva Ferreira, del Instituto Histórico Salesiano, publicó una edición crítica del manuscrito original, es el texto, que en su versión castellana, se recogió este relato.
La primera traducción española se publicó en 1955, en una obra de carácter antológico, Biografía y Escrito de San Juan Bosco, preparado para la Editorial Católica BAC, por Rodolfo Fierro Torres.
La segunda edición apareció en 1967.
En 1978, con el título: Memorias para el Oratorio, y para la Congregación Salesiana, fue incluida en otro volumen de la BAC.
En Iberoamérica, no sólo se han difundido, ampliamente, estos volúmenes, sino que en el año 1988, se publicó en Bogotá, el texto de las memorias, traducido por  E. Salesman, por mandato expreso del Papa Pío IX.
Las traducciones a la lengua española, contribuyeron a difundir en Ibero América, estos escritos inéditos de la vida de don Bosco.
Estas Memorias del Oratorio, merecen una atención especial, por la excepcional importancia que les atribuye don Bosco, quien, no las entiende principalmente como una autobiografía, o como una “historia”, sino sobre todo como una evocación “teológica”, de los orígenes, y de los primeros pasos del “oratorio” en forma de proyecto y de norma, dice Braido, 1990.
Memorias del oratorio: 1815-1825, exclusivamente para los Salesianos.
Muchas veces me han exhortado a poner por escrito las memorias concernientes al oratorio de San Francisco de Sales, y, pese a no poder negarme a la autoridad de quien me lo aconsejaba, nunca me he decidido a ocuparme de ello, pues debía hablar de mí mismo, demasiado a menudo, ahora se añade el mandato de una persona de suma autoridad, a la que es imposible oponer ningún tipo de dilación; por lo tanto me decido relatar en este escrito, pequeñas noticias confidenciales, que pueden iluminar o ser de alguna utilidad, para aquella institución, que la Divina Providencia, se dignó en confiar, a la Sociedad de San Francisco de Sales.
Ante todo, debo dejar sentado que escribo para mis queridísimos hijos Salesianos, con prohibición de dar publicidad a estas cosas, tanto antes como después de mi muerte…
¿Para qué puede servir, pues este trabajo?
Servirá de norma, para superar las dificultades futuras, tomando lecciones del pasado, servirá para dar a conocer, como Dios mismo, guio siempre todos los sucesos, servirá de ameno entretenimiento, para mis hijos, cuando lean los acontecimientos, en los que tomó parte su padre, con mayor gusto, cuando llamado por Dios, para rendir cuentas de mis actos, ya no esté entre ellos.
Nací el día consagrado a la Asunción de María, al cielo, del año 1815, en Morialdo, aldea de Castelnuovo de Asti. Mi madre se llamaba Margarita Occhiena de Capriglio, mi padre Francisco, eran campesinos, que ganaban honradamente el pan de cada día, con el trabajo y el ahorro.
Mi buen padre, casi únicamente con su sudor, proporcionaba sustento a la abuela, septuagenaria, y achacosa, a tres niños, el mayor de los cuales, era Antonio, hijo del primer matrimonio, el segundo José, y el más pequeño, Juan, que soy yo, y además a dos jornaleros del campo.
No tenía yo, aún, dos años cuando Dios misericordioso, nos hirió, con una grave desgracia, un día mi querido padre, -en la flor de la edad, pleno de robustez, y muy deseoso de educar cristianamente a sus hijos-, al volver del trabajo a casa, empapado del sudor, entró incautamente en la bodega, subterránea y fría, y por causa  del enfriamiento sufrido, al atardecer, se le manifestó una fiebre alta, precursora de un fuerte constipado, todos los cuidados, resultaron inútiles, y en pocos días encontró el final de su vida, confortado con todos los auxilios de la religión, y después de recomendar a mi madre, la confianza en Dios, expiraba el 12 de mayo de 1817, a la edad de 34  años. 
No sé que fue de mí, en esa luctuosa circunstancia, sólo recuerdo, y es el primer hecho de mi vida, que guardo memoria, que todos salían de la habitación del difunto, entanto que yo quería permanecer en ella a toda costa.
Ven Juan, ven conmigo, repetía mi afligida madre.
Si no viene papá, no quiero ir, respondí yo.
Pobre hijo, añadió mi madre, ven conmigo, tú ya no tienes padre.
Dicho esto, rompió a llorar, me cogió de la mano y me llevó a otra parte, mientras lloraba.
Al verla llorar, justamente con aquella edad, no comprendía la gran desgracia que significaba la pérdida de un padre.
Este hecho, sumió a toda la familia en una gran consternación, había que mantener a cinco personas, la cosecha del año, nuestro único recurso, se perdió a causa de una terrible sequía, los productos alimenticios alcanzaron precios fabulosos, el trigo se pagó hasta 25 francos la hemina, el maíz, 16 francos, varios testigos contemporáneos, me aseguraron que los mendigos, pedían con ansia, un poco de salvado, con el que alimentarse, cociéndolo con garbanzos o judías, se encontraban en los prados personas muertas, la boca llena de hierbajos, con los que habían tratado de aplacar el hambre rabioso.
Muchas veces me contó mi madre, que dio de comer a la familia, mientras tuvo con qué hacerlo, después entregó una cantidad de dinero a un vecino, llamado Bernardo Cavallo, para que fuese a buscar alimentos.
Aquel amigo se dirigió a varios mercados, pero no pudo encontrar nada, ni tan siquiera a precios exorbitantes.
Tornó al cabo de dos días, hacia el anochecer, y con todos esperándole; pero cuando dijo que volvía sin nada, y con el dinero en el bolsillo, el terror se apoderó de nosotros, ante el temor de las funestas consecuencias del hambre, en aquella noche, pues habíamos tomado un alimento escasísimo ese día.
Mi madre, sin perder la calma, fue a pedir prestado algo, para comer a los vecinos.
Pero no encontró nadie que pudiese ayudarla.
Mi marido, recordó ella, me dijo, antes de morir, que tuviésemos confianza en Dios, y dijo: Venid, pues, pongámonos de rodilla y recemos.
Tras una breve oración, se levantó y dijo: En casos extremos se deben usar remedios extremos.
A continuación, y con la ayuda del mencionado Cavallo, fue a la cuadra y mató un ternero, y haciendo cocer una parte, a toda prisa, logró mitigar el hambre de la extenuada familia.
Días más tarde, pudo proveerse de cereales, que a precios elevadísimos se consiguieron, traer de puertos lejanos.
Imagínense cada uno, cuanto tuvo que sufrir y trabajar mi madre, durante aquel calamitoso año.
Sin embargo, a base de un esfuerzo infatigable, y una tenaz economía, sacando partido de los recursos más pequeños, con una ayuda verdaderamente providencial, se pudo salvar aquella crisis de víveres.
Estos hechos me los contó en numerosas ocasiones mi madre, y los confirmaron vecinos, parientes y amigos.
Pasada aquella terrible penuria y alcanzada una mejor situación económica en casa, alguien propuso a mi madre, un partido muy conveniente, pero ella respondio, en seguida, Dios me dio un marido y me lo quitó, al morir me dejó tres hijos, y sería una madre cruel, si los abandonase en el momento en que más me necesitan.
Le replicaron que los hijos serían confiados a un buen tutor, que se ocuparía cuidadosamente de ellos.
El tutor es un amigo.
Yo soy la madre, no los abandonaré nunca, aunque ofrezcan todo el oro del mundo.
Su mayor preocupación fue instruir a los hijos en la religión, enseñarlos a obedecer, y ocuparlos en cosas propias de su edad.
Desde muy pequeño, ella misma me enseñó las oraciones, apenas fui capaz de unirme a mis hermanos, me arrodillaba con ella, por la mañana y por la noche, y juntos recitábamos las oraciones y la tercera parte del Rosario.
Recuerdo que me preparó para la primera confesión, y me acompañó a la Iglesia, y comenzó por confesarse ella misma, me encomendó al confesor, y después me ayudó a dar gracias. Me ayudó hasta que me juzgó capar de recibir la confesión yo sólo.
Mientras tanto había alcanzado los nueve años, mi madre quería enviarme a la escuela, pero la distancia me dejaba perplejo, ya que estábamos a 5  kilómetros del pueblo de Catelnuovo.
Mi hermano Antonio, se oponía a que fuera al colegio.
Se adoptó una solución intermedia. Durante el invierno frecuentaba la escuela del cercano pueblo de Capriglio, donde pude aprender los rudimentos de la lectura y de la escritura.
Mi maestro era un sacerdote muy piadoso, que se llamaba Giuseppe Lacqua, quien fue muy amable conmigo, ocupándose con mucho interés de mi instrucción, sobre todo de mi educación cristiana.
Durante el verano, con mi hermano, trabajaba en el campo.
UN SUEÑO:
Con aquellos años, tuve un sueño que quedó profundamente grabado en mi mente, para toda la vida.
En el sueño, me pareció, encontrarme, cerca de casa, en un terreno muy espacioso, donde estaba reunida una muchedumbre de chiquillos, que se divertían.
Algunos reían, otros jugaban, no pocos blasfemaban.
Al oir las blasfemias, me lancé inmediatamente en medio de ellos, usando los puños y las palabras, para hacerlos callar.
En aquel momento apareció un hombre, venerando, de aspecto varonil y noblemente vestido. Un blanco manto le cubría todo el cuerpo.
Pero su rostro era tan luminoso, que no podía fijar la mirada en Él.
Me llamó por mi nombre, y me mandó ponerme a la cabeza de los muchachos.
Añadiendo estas palabras: No con golpes, sino con la mansedumbre,  hijo.
Deberás ganarte a éstos, tus amigos.
Ponte ahora mismo a instruirlos sobre la fealdad del pecado, y la belleza de la virtud.
Aturdido y espantado, repliqué que yo era un niño pobre e ignorante, incapaz de hablar de religión a aquellos muchachos, quienes cesando en esos momentos sus riñas, alborotos y blasfemias, se recogieron todos en torno al que hablaba.
Sin saber casi lo que me decía, añadí: ¿Quién sois vos que me mandais una cosa imposible?
Precisamente porque tales cosas te parecen imposibles, debes hacerlas posibles, y con la obediencia y la adquisición de la ciencia.
¿Y dónde y con qué métodos podría adquirir la ciencia?
Yo te daré la Maestra,bajo cuya disciplina podrás llegar a ser sabio, y sin la cual, toda sabiduría se convierte en necedad.
¿Pero quién sois vos que me hablais de esta manera?
Yo soy el Hijo de Aquella, a quien tu madre te enseño a saludar tres veces, al día.
Mi madre me dice, que sin su permiso, no me junte con los que no conozco, por lo tanto, decidme vuestro nombre.
Mi nombre pregúntaselo a mi Madre.
En ese momento, junto a Él, vi a una mujer de aspecto majestuoso, vestida con un manto que resplandecía por todas partes, como si cada punto del mismo, fuera una estrella muy refulgente.
Contemplándome cada vez más desconcertado en preguntas y respuestas, hizo señas para que me acercar a ELLA, y tomándome bondadosamente de la mano me dijo: Mira.
Y al mirar me di cuenta de que aquellos chicos que habían escapado, en su lugar observé una multitud de cabritos, perros, gatos, osos, y otros muchos animales.
He aquí tu campo, he aquí donde tienes que trabajar. Hazte humilde, fuerte, robusto; y cuando veas que ocurre ahora, con estos animales, lo deberás hacer tú con Mis hijos.
Volví entonces la mirada, y en vez de animales feroces, aparecieron otros tantos mansos corderos, que saltando y balando, venían todos a mi alrededor como festejando a aquel hombre y la señora.
En tal instante, y siempre en sueños, me eché a llorar, y rogé al hombre que me hablase de forma que pudiese comprender, pues no sabía que quería explicarme.
Entonces ELLA, me puso la mano sobre la cabeza, diciendo: A su tiempo lo comprenderás todo.
Dicho lo cual, un ruido me despertó.
Quedé aturdido, sentía las manos molidas por los puñetazos y dolorida la cara por las bofetadas recibidas.
Después, el personaje y aquella mujer, las cosas dichas y las cosas escuchadas, ocuparon de tal modo mi mente, que ya no pude conciliar el sueño, durante toda la noche.
Por la mañana, conté enseguida el sueño, primero a mis hermanos, que se echaron a reir.
Luego a mi madre y a la abuela.
Cada uno lo interpretaba a su manera.
Mi hermano José decía: Serás pastor de cabras, ovejas o de otros animales.
Mi madre decía: Quién sabe si algún día llegarás a ser sacerdote.
Antonio dijo, con tono seco: Tal vez, termines siendo capitán de bandoleros.
Pero la abuela que sabía mucho de Teología, aunque era completamente analfabeta, dio la sentencia definitiva, exclamando: No hay que hacer caso a los sueños.
Yo era del parecer de mi abuela, sin embargo nunca pude olvidar aquel sueño.
En otra ocasión, también contado en esta Memoria, cuando don Bosco, era un joven sacerdote de 30  años, un chico, llamado Bartolomé Garelli, ingresó a curiosear en la sacristía.
El sacristán lo quiso correr, golpeándolo, con un plumero, en su hombro y cabeza, pero don Bosco, lo frenó, y comenzó a hablar con ese chico.
Bartolomé, contaba con 16  años, y era huérfano.
Le preguntó si sabía leer y escribir, a lo que recibió por respuesta un NO.
¿Sabés cantar?
 Y otro NO.
¿Sabés silbar?
Y aquí Bartolomé se sonrió.
Era lo que el santo quería, y dice que así comenzaron a ser amigos.
Bartolomé, regresó con otros amigos, y este fue el inicio de la labor oratoria Salesiana, cumpliendo los designios de aquel sueño, nunca olvidado.
Se transformó en educador de jóvenes, fundamentalmente de los más necesitados.
La Congregación religiosa Societas Sancti Francisci Salesii, o Pía Sociedad de San Francisco de Sales, cuyos miembros se conocen como Salesianos de Don Bosco, la fundó el santo, y su sede principal se localiza en Turín.
Fue fundada el 18 de diciembre de 1859, por San Juan Bosco, en el Oratorio de San Francisco de Sales, Valdocco, Turín, Italia.
Contaba en sus inicios con 17 miembros, un sacerdote, 15 seminaristas y un estudiante.
La Iglesia aprobó la Congregación, en 1864.
Y es de destacar, que el primer país fuera de Italia, en recibir a sus miembros, fue Francia, pero fuera de Europa, lo fue nuestro país, la Argentina, y llegaron en 1875.
Cuando el 31  de enero de 1888, fallece Don Bosco, en Turín, la Congregación era de 773 salesianos, 276 novicios, 57 casas, y 6 provincias.
El sucesor fue el padre Miguel Rúa, quien en 22 años, que presidió la orden, la hizo llegar a los cinco continentes.
El nombre de Salesianos, proviene del Santo Obispo de Ginebra, Francisco de Sales, 1567-1622, nacido en la localidad de Saboya, precisamente en la localidad de Sales.
Influyó en la espiritualidad del Piamonte, y creía en la santificación de lo cotidiano, y lo simple, pero muy especialmente focalizado en la amabilidad y la alegría interior.
Se dividió al mundo, en ocho regiones salesianas:
1) África; 2) América, Cono Sur; 3) Extremo Oriente, Oceanía; 4) Sur de Asia; 5) Europa del Norte; 6) Europa Occidental; 7) Interamérica             ( América del Norte, Central y Suramérica Septentrional); 8) Italia- Medio Oriente.
Pensar que todo esto surge solamente del carácter y del sueño de un niño, es pensar pobremente.
La figura de Don Bosco se agiganta, basándose en la ayuda de la Divina Providencia, y se han realizado obras realmente inceríbles, baste decir por ejemplo, actualmente, que también hubo Salesianos, ayudando en la última epidemia de Ébola en África, cuando todo el mundo se alejaba con temor, de la zona de infección.
Pero regresemos a nuestro país, la Argentina, y observemos un poco en detalle la obra de Don Bosco.
En esto voy a utilizar un hermoso libro de la conocida escritora, Susana Banderi, llamado Historia de la Patagonia, que traje de un viaje, reciente del maravilloso sur argentino.
El libro, de 444 páginas, es un resumen vívido de la historia de nuestro territorio austral.
Sólo destacaré unos pequeños párrafos, titulados: El rol de los Salesianos, Salud y Educación:
Relata Susana: La obra evangelizadora católica más importante, en la Patagonia, la desarrollaron los Salesianos, a partir de su arribo al país, en 1875, bajo la dirección del presbítero Juan Cagliero, respondiendo a una invitación de monseñor Aneiros, Arzobispo de Buenos Aires, en esa época.
Se asentaron en 1878, en la localidad de Carmen de Patagones.
En 1879, se incorporaron a las tropas de la expedición de Roca, en 1879, con los sacerdotes Costamagna, Espinosa y Borra.
Y como científicos, políticos y militares de la época, los hombres de la Iglesia, estaban convencidos de la necesidad de transformar la naturaleza del indio, sólo a través de la evangelización.
Pero había ideas de liberalismo laico, que recortaba el poder de la Iglesia.
La orden de los Salesianos, que había sido creada en 1859, por Don Bosco, siguiendo designios revelados en sus sueños, donde: "en una región salvaje, y totalmente desconocida, que era una inmensa llanura, toda inculta, en la que no se divisaban montes ni colinas, pero en sus confines, lejanísimos, se perfilaban escabrosas montañas", habitaban "turbas de hombres casi desnudos, de una estatura extraordinaria, de aspecto feroz, cabellos ríspidos y largos, de tez bronceada y negruzca, y cubiertos sólo con amplias capas hechas con pieles de animales, que les caían de los hombros. Sus armas eran una especie de larga lanza y boleadoras."
Este sueño, se materializó en la Patagonia.
Y seguían las visiones de Don Bosco: "...cuando los misioneros se acercaron, para predicar la religión de Jesucristo, los bárbaros, apenas los vieron, con furor diabólico, con un placer infernal, les saltaron encima, los mataron, y y con inhumana saña los descuartizaron, los cortaron en pedazos, y clavaron los trozos en la punta de las lanzas."
Pese a todo, en 1883, la Santa Sede, creó el Vicariato Apostólico de la Patagonia Septentrional, a cargo de Juan Cagliero, con la función especial de destinar sus esfuerzos misionales a la parte central de la Patagonia, que los Salesianos recorrieron mediante el sistema de misiones volantes.
Después se organizó la Prefectura del Sur de Santa Cruz, Tierra del Fuego e Islas Malvinas, en la zona más austral del continente americano.
Hubo campañas anticlericales, que atacaron el Arzobispado, e incendiaron el colegio del Salvador.
Había ideas masónicas, en figuras prominentes políticas argentinas.
Pese a todo, la tarea misional en Patagonia, continuó, con exploraciones y contactos con los pueblos originarios, en esos 10  años.
Se fundaron centros geográficos importantes, entre 1889  y 1813.
El sacerdote José Fagnano, fue designado Prefecto, y se estableció, primero en Carmen de Patagones.
Él quería hacer reducciones de los pueblos originarios, y transformarlos en colonias mixtas autosuficientes, de blancos e indios, integrados, que funcionaran como centros evangelizadores, y se enseñaran oficios diversos y otras prácticas, para insertar a los indios en el mundo cristiano civilizado.
La transformación, para los Salesianos, debía hacerse a través de la instrucción y de la educación cristiana, sobre todo a niños y jóvenes.
Se destacaba la importancia de instalar escuelas de artes y oficios, colonias agrícolas-ganaderas, y hospicios bajo su dirección.
Fagnano instaló en dos reducciones, colonias agrícolas-ganaderas, una en Península de Valdez, para los tehuelches, y otra cerca de Fuerte Argentino, en Sauce Chico, para los mapuches.
A partir de 1886, Fanano, concentró su tarea misional en Tierra del Fuego.
En territorio chileno se construyó la misión-reducción San Rafael, para los indígenas alacalufes, en Punta Arenas, en el año 1888.
Así se fue construyendo la historia de este extremo austral de Argentina, regada en varias oportunidades por sangre de los mártires salesianos, y que contribuyeron a edificar nuestra patria toda.
Gran reverencia a Don Bosco, y su ideal.
En próximas entregas se continuará desarrollando la historia de este tan querido y amado santo italiano.



No hay comentarios.: