EL PERGOLERO Y EL AVE DEL PARAÍSO:
La naturaleza, hace cosas increíbles y maravillosas.
Cuando pude conocer los Esteros del Iberá en Corrientes, me maravillé admirando, en varias ocasiones, al ciervo de los pantanos, y lograr observar toda su magnífica cornamenta, pero también me sorprendí al escuchar el porqué de la misma: tras muchos años de evolución, las hembras prefirieron siempre a los machos de más lograda cornamenta, y así los que la portaban, tenían asegurada se descendencia y la posibilidad de transmisión de sus genes a la posterior generación, lo que se denomina ventaja selectiva, y es así que esta preferencia de las hembras hizo que en los ciervos se manifestara, toda esta belleza, en forma constante, en el tiempo.
Bueno, en Papúa, en Nueva Guinea, el campeón por leguas, es el PERGOLERO.
El pergolero es un pájaro pequeño, con algunos de ellos, vistosos, por su colorido, pero en la mayoría, no se destaca precisamente por ello.
Lo que hace único a este pequeño animalito de Dios, es lo que trabaja para hacer un nido monumental en la base de la selva, y a veces le coloca una, o dos o tres o aún cuatro entradas diferentes.
Para darse cuenta de lo que fabrica yendo y viniendo, en forma permanente, hay que observar un nido
del pergolero, y, al verlo, la sorpresa es mayúscula.
Trae todo lo colorido que encuentra, como bayas azules, o verdes intensas, algunas de color amarillo, y va decorando el piso del terreno, cercano al nido.
En una ocasión llevó material plástico colorido que encontró, y hasta una vistosa latita de gaseosa, para seguir decorando su nido.
Es sorprendente ver en un claro, semejante despliegue de ingenio, con un nido impresionante, y decorado con colores llamativos, todos traídos por esta diminuta ave.
Pero como si no fuera poco, ¿qué hace el pergolero, cuando piensa que la terminó…?
Se coloca en un lugar especial, donde no pueda ser visto, por ninguna hembra, y comienza con su pico a gorjear, pero también su canto es excepcional, imitando los sonidos que él escucha, y si está cuando aldeanos locales cortan un árbol con una sierra, nuestro amiguito imita el sonido de la sierra que corta, y después el del árbol que cae, ¡¡que tal!!
Otros sonidos logra imitar, como un perfecto galán que actúa con arte, e ingenio, para atraer a la hembra, que cae seducida, por tanto despliegue de creatividad.
Cuando lo vi por vez primera, no caía de mi asombro, pero tuve acceso a lo que contó un guía de Papúa, Nueva Guinea, sobre la historia de su vida.
Relató que anteriormente, todos los habitantes de la isla, cazaban estas aves, en forma constante, hasta que vino una vez, un primer señor, inglés el hombre, con un libro y unos prismáticos, y le pidió que le enseñara donde estaban esos pájaros que él cazaba.
Ese día, este nativo, se olvidó de llevar arco, y flechas, para cazar a los pájaros, pues lo vio al inglés muy preparado y pensó que él contaba con equipo de caza, porque estaba muy bien pertrechado.
Fueron caminando y en bote, superando distintos obstáculos, hasta que llegaron a la zona de observación, y lo que le sorprendió de sobremanera al guía, que este señor, tan equipado, sólo miraba a los pájaros, sin intentar cazar a ninguno.
El nativo, volvió a sus caseríos, con el inglés, y estaba decepcionado, porque el inglés no había podido capturar ningún ejemplar, y pensaba que la expedición había sido un fracaso, cuando el inglés, sacó un poco de dinero y le pagó, agradeciéndole profusamente.
Al principio, el nativo no quiso aceptar el dinero, pues no había trofeos, pero después entendió, por primera vez, que el inglés sólo venía a ver a estas maravillas de pájaros y no a capturarlos.
Tan agradecido estuvo este señor inglés, que le regaló los prismáticos y un voluminoso ejemplar de libro sobre las aves.
Pasó el nativo un tiempo, observando las aves en Papúa, y se solazaba, cuando descubría, que alguna estaba descripta maravillosamente en el libro.
Entonces, empezaron a llegar turistas, y él los iba acompañando, y se le ocurrió una idea, hacer una casa de observación de aves, arriba de una montaña.
Ningún aldeano lo ayudó, y él llevaba montaña arriba, pieza por pieza, los maderos para la construcción, y al verlo los demás, y no entender, que estaba haciendo, lo acusaron de buscar dinero fácil, y le destruyeron una de las casas de avistaje.
El nativo, tenía dos opciones, sumarse en una continuada pelea, donde podía perder mucho, o reconstruir lo que había comenzado, y optó por esto último.
Ante esto, muchos de sus vecinos, comenzaron a cazar a las aves del paraíso y a los pergoleros, para castigarlo en su obstinación.
Pero como el nativo, empezó a invertir en los aldeanos para que le ayudaran a levantar esa casita en la montaña y una de avistaje de fauna, esto, y el tiempo, apaciguó los ánimos.
Actualmente, todo el pueblo, le agradece su coraje y obstinación, y donde antes se cazaban, estas maravillas de la naturaleza, ahora se disfrutan, auxiliando a los turistas en los avistajes…  
En todo este tiempo, el nativo, en un galpón construyó un lugar para alojar a una vistosa ave del paraíso, y fue a la selva a capturarla.
Logró hallar un animalito jovencito, y lo llevó a su galpón, donde pasó un tiempo cercano con dicho hermoso ejemplar.
Le daba un preparado que hacía, para alimentarlo, que el ave comía con avidez, y crecía muy bien, hasta que un día, lo encontró muerto en el piso del galpón.
Ningún animal lo había atacado, así que él pensó, que el alimento que le daba tenía demasiada proteína, y eso fue la causa de su deceso.
El nativo sufrió muchísimo al ver al ave del paraíso muerto, y así comprendió, que no podía estar en cautiverio, y que debía verlas en la naturaleza, libres, y nunca más cazó…
Desde el punto de vista ornitológico, los Pergoleros son de la familia Ptilonorhynchidae, de tamaño pequeño, o medio, y su hábitat está en regiones del centro y sudeste australiano, y en Nueva Guinea.
Al nido que construyen se le llama emparrado o gabinete, y lo usa para atraer a su hembra, y que adornan con conchas de caracoles, hojas, plumas, piedras, frutas pequeñas, vidrio, plásticos, y flores.
Y nunca hay dos emparrados iguales, pues existe un gusto personal, muy artístico.
Muchas hembras seleccionan al mismo macho, y los que hacen malos emparrados se quedan sin hembras, je, je.
Un ejemplo de la sabiduría de la naturaleza, es que hay diferentes tipos de pergoleros, los que hacen unas maravillosas obras de arte en sus nidos, suelen tener un plumaje poco vistoso, pero los pergoleros que hacen nidos poco elaborados, cuentan con un plumaje más vistoso, como si así se desplazara el centro de atracción…
Además algunos pergoleros, pueden imitar muchísimo, y logran emular cascadas, ruidos de piara de cerdos, y aún conversaciones de los humanos.
En lo que concierne al ave del paraíso, pueden estas palabras referirse por ejemplo a una planta que da una flor vistosísima, ornamental, llamada Strelitzia reginae, originaria de Sudáfrica, o aún las llamadas Heliconias, otro tipo también de plantas ornamentales y llamativas.
Pero a las aves del paraíso que me refiero, son de una familia de aves de Nueva Guinea, compuesta por varias especies, llamada Paradisaeidae, que asombran por su inusual colorido.
Tienen una cabecita negra, con un pico muy claro, con un cuello, de idéntico color claro, y un cuerpito de distintos tonos marrones, iridisados, con un franco penacho rojo, que termina en claro por detrás.
Es un pájaro formidable, y es difícil de describir en su paleta de colores, que representa su plumaje.
También tiene un vistoso cortejo, donde pone en juego su colorido.  
 
 
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