ADICTO AL ALCOHOL…
Advertencia:
Este relato es auténtico, pero muy doloroso, se ruega desviar la atención en
personas muy sensibles.
Quise conocer el alma de un alcohólico, pues como dijo
el Papa Francisco en Río, en el Congreso Mundial de la Juventud, en adicciones,
hay que ir hasta el fondo, a conocer todo, y un día se me presentó la
oportunidad, cuando en mi parroquia, ingresó un joven de unos 30 años, mientras se efectuaba el servicio
religioso, cantando en voz alta, descompasadamente, y en total estado de
ebriedad.
Un feligrés lo acompañó hasta la salida de la Iglesia,
y la Misa continuó su ritmo cotidiano.
A la salida, lo encontré en el atrio, totalmente
dormido, en el suelo.
Pasadas las primeras impresiones, de rechazo, decidí acercarme,
aun conociendo su deplorable estado, y con muy pocas esperanzas.
Le expliqué que era un médico, y que escribía para
adultos-mayores, y que deseaba conocer realmente su vida, pero sin mentiras ni
fantasías, ya que para eso podía hacerlo solo, y que si me contaba sus retazos
de vida, yo lo ayudaría en algo, y Daniel accedió a concederme una entrevista,
un domingo ulterior.
Le expliqué que mi ayuda cesaría si se lo volviera a
ver haciendo lo mismo, en la Iglesia, y Daniel aceptó a no repetir ese error.
Así comenzó a relatarme:
-Yo soy Daniel, y nací en La Nena, en Santiago del
Estero, y después crecí, acá, en Rosario, vine de pequeño, más o menos de ocho
años.
Vine con mis familiares, pero yo no tengo papá, ni
mamá, tengo padrastro y madrastra, quienes me recogieron, cuando era un bebé,
porque mi mamá, verdadera, me abandonó, cuando yo era chico, me dejó en una
cuna, y estos familiares me encontraron de bebé, y me agarraron.
Yo vivo con mis padrastros, a veces voy a la casa de
ellos, y a veces no.
En Rosario, a la escuela, solo fui unos meses, nada
más, en el colegio que está en Mendoza y Cullen, estuve solo unos meses en
primer grado, no más, y aprendí a leer mirando el diario, se leer bastante,
pero las tablas de multiplicar, no las sé, y aprendí un poco.
De niño, ¿qué recuerdos te vienen a la memoria, son
lindos o tristes?
No,
solo, tristeza, porque pasaron cosas que no tenían que pasar.
¿Te pegaban mucho a vos?
Sí, yo me fui, cuando tenía siete años, de la casa de
mi padrastro, y me fui a vivir a la
calle.
Yo
me crié, más en la calle, que en una casa.
Cuando fui más grandecito, volví un tiempo a mi casa.
Me fui porque ellos me pegaban, me maltrataban.
Mi padrastro siempre se chupaba, se emborrachaba.
Y
una vez, yo tuve un caso, que me arrojaron al fuego, me empujaron, cuando era
chiquito, mi papá verdadero, me quiso matar.
Ellos
estaban borrachos en un asado, y me tiraron sobre la parrilla.
No sé qué le pasó por su cabeza, pero intentó matarme.
¿Son cosas que se te ocurren, o pasó de verdad?
No, de verdad, y otra vez, me metió en un tarro de
agua, de cinco litros, me metió, y después me sacó, también me quiso matar, me quiso ahogar, en esa oportunidad.
Yo no sabía si creerle o no, dudé, y Daniel, se dio
cuenta de mi vacilación, y entonces, se levantó sus ropas en el tórax, y me
mostró su espalda, que en todo el contorno de su dorso, había una gran cicatriz de quemadura profunda, que le ocupaba toda su
espalda, y que se continuaba en el brazo derecho.
Y le tuvieron que realizar un injerto de piel libre,
que le extrajeron del muslo, fue atendido en un Hospital, seguramente en el
servicio del Quemado en el Hospital de Emergencias de Rosario, pero Daniel no
recuerda en cual.
Y después me adoptó otra familia, de chico, que vivía
por Boulevard Oroño, una familia buena, era, sí, y estuve unos meses, pero
después me volví, de nuevo a vivir en la calle.
Muchos años en la calle.
Es muy duro, y te pasan por encima, siempre, sí.
¿Te pegaban en la calle?
Sí.
Allí conocí muchas cosas, algunas buenas, y otras
malas, también.
Buenas, porque a veces uno se hace amigo de las gentes,
de buena intención, pero el problema reside en que uno no sabe identificar
quién es bueno, y quién es malo.
Y lo malo, es que estuve juntado con una chica, y ella
falleció, me dijo muy apesadumbrado.
¿Por qué falleció?
Y me expresó: -No sé, agachando su mirada…
Tuve tres hijos con ella, y yo siempre dije: lo pasado,
pisado… (Como para explicar el olvido de este hecho que fue fundamental en la
vida de Daniel)
Yo no puedo ir para atrás, ni recordar, como yo vivía.
¿Y tus hijos, dónde están?
No, los tiene mi hermanastra. Están viviendo con ella.
A la chica que vivía conmigo, el río, la llevó…
Ah, se ahogó.
Sí, el agua.
¿Se mató ella?
Sí, se cayó, y Daniel intentó justificaciones.
La llevó Dios, asevera.
Y allí es cuando empecé a tomar mucho, alcohol, en esa
época empecé con todo. Fue en el año 2008.
Y me volví un poco loquito, y seguí chupando, me
abandoné.
¿Alguna vez, robaste?
Sí, más o menos.
Estaba en la calle, y vivía como podía.
Era por descuido, yo pasé cosas buenas, y cosas malas.
Lo que me marcó es lo que pasó con mi mujer, sí, eso
fue lo malo.
Y mis hijos ahora son de siete años.
Y mendigo desde hace 10
años en esta parroquia de San Cayetano, y a la otra, de la calle
Cochabamba, el mismo día concurro a las dos a pedir, allá y acá.
Después de esta, me voy para allá, a la otra Iglesia, y
después me voy para mi casa.
Yo vivo por Arroyito, cerca de la cancha de Rosario
Central.
¿Y nunca tuviste trabajo en tu vida? ¿De qué trabajaste?
Panadero.
¿Y por qué dejaste?
No dejé, fue un contrato, por un tiempo, una beca por
cinco años, y yo tenía en ese entonces 15
años, y ahora tengo 31 años.
Trabajé hasta los 20
años. Fueron cinco años.
Y después me dijeron: Daniel, estás despedido.
Lamentablemente hay cosas que son así.
Y después de ese tiempo, hasta el día de hoy, no
conseguí más.
¿Y la Municipalidad no te ayudó nunca?
No.
Intenté, pero hubo trabas.
Yo intenté buscar trabajo, pero siempre me daban medias
palabras, y nunca quedaba en nada.
Y cuando trabajaba, yo no sabía pesar las cosas, en la
balanza, y un panadero oficial, que tenía 60
años, un verdadero amigo, que era el que nos mandaba a nosotros, me
explicó, y yo aprendí de él, me dijo entusiasmado, como si el acto de aprender
fuese algo increíble.
Y al final, sé hacer de todo en la panadería, facturas,
todo lo rico.
¿Y por qué no te presentas en una panadería, con mejor
aspecto, que el de hoy?
Tengo que intentarlo. Pero a mí me tira abajo el
chupar. No puedo parar, no tengo medida.
Y todo vinculado, con lo que me pasó con mi mujer.
Pero rezá, ¿vos crees en Dios?
Sí, yo creo en Dios.
¿Y sabés rezar, o no?
Sí, sé.
Y yo siempre pienso, hay que respetar a cada uno sus
religiones, y yo soy evangelista.
Yo respeto todas las creencias.
Cerca de mi casa hay una Iglesia, y voy al Pastor, y
aplaudo con ellos, hoy a la tarde voy a ir.
Y ellos rezan por mí, también, y ellos me invitan, y yo
voy, me aplauden y me quiere la gente, allí.
Pero ese rezo de la gente, es para que vos hagas algo,
que logres algo.
Para que vos te muevas, no que te quedes quieto en tus
miserias.
Sos muy joven, estás en la plenitud de la vida, y te
estás malogrando, completamente, y como vos decís, lo que pasó, pasó, pero para
adelante, tenés toda una vida, y si la gente te saluda y te aprecia en ese
lugar, vos tenés que responderles a ellos.
O no, no importa lo que te pasó, y le pregunté:
¿A vos te violaron, en la calle?
Nunca. Me pude hacer respetar aún en la calle.
¿Qué otra cosa me podés contar de cuando estuviste en
situación de calle?
No me acuerdo mucho.
Los recuerdos se te mezclan con el alcohol, sí.
Y le pregunté si tenía ideas raras, que se le vayan
ocurriendo, ver visiones, o alimañas, (delirium tremens), cosa que Daniel me
negó sufrir.
¿Y qué tipo de alcohol tomás?
Fernet con coca.
Eso es lo que más me gusta.
Más fernet que coca.
O una cajita de vino tinto, tetrabrik, y gaseosa para
endulzarlo.
¿Y lo que recaudas aquí, y en la otra Iglesia, te
alcanza para vivir, o no?
Sí, porque yo estoy solo.
Ahora estoy en la casa de mi mamá. Mi madrastra.
¿Ellos te aceptan?
Sí.
Como se aproximaba la fiesta de Navidad, me pidió una
camisa, un pantalón, y una zapatilla 42, que le traje el día de Nochebuena, y
quedó muy agradecido. Además recibió una pequeña ayuda económica para disfrutar
un poco la fiesta que se avecinaba en el 2014.
Al otro domingo, lo volví a ver, y le pregunté si se
recordaba algo más del tiempo vivido en situación de calle…
¿Dónde comías, por ejemplo?
En la calle, yo pedía.
Yo iba a comer a un lugar que estaba por la calle San
Martín y 9 de Julio, que ahora no está más.
Un comedor cristiano, que ayudaba a la gente.
Sí.
Iba a la mañana a las siete, allí me daban desayuno, y
al mediodía, comía.
Y después, a las dos de la tarde, me iba.
Todos los días era así.
Pero después ese lugar se cerró.
Se llamaba Centro de día.
A los chicos los llevaron a otro lugar, pero, yo, no me
enteré nunca donde era, y me perdí.
Y volví a la calle, y tocaba el timbre, y me daban de
comer, sí.
Y agua, tomaba en cualquier canilla.
Y un tiempo, yo estuve viviendo en Buenos Aires, en la
calle.
¿Y cómo pasaste de la calle de Rosario, a la casa de
Buenos Aires?
Yo estuve más en Provincia de Buenos Aires.
Yo fui en tren, me colé, sí.
Me colé, en un tren, sin pagar, y aparecí en la
Provincia de Buenos Aires, sí, en Retiro, en la Plaza de los Ingleses, vivía ahí,
en la plaza.
Dormía en la plaza. Estuve dos años.
¿Allí no te jorobaban los adictos, los ladrones?
No, nunca. Porque yo siempre, estaba solo.
Y después me fui a un lugar, en Provincia de Buenos
Aires, que se llama Villa Jardín, y me gustaba andar en tren, viajaba en tren,
a veces pagaba el boleto, y a veces no.
Porque en Buenos Aires, no es como en Rosario, es
diferente, para trasladarte, tenés que usar mucho al tren.
Y en un tiempo, vendí turrones, caja de turrones, un
grupo de chicos que vendían, dirigidos por un mayor, claro, me dediqué a eso, y
sacaba para comer, siempre en los trenes, y Daniel me dice: -Me puse las pilas,
y tenía que hacer algo, y salí a vender.
Y después también vendía chocolates y otras golosinas,
siempre en el tren.
Y la gente me compraba, bien, porque allá hay más gente,
que por acá.
Y a la noche, me iba a dormir a la plaza.
Y me gustaba pasear, conocí por ejemplo, la peatonal
Florida, iba para todos lados, conocí las islas, en Boulogne, iba a la isla,
con unos chicos, que se juntaban allí, e iba a pescar, conocí la cancha de
River Plate, en Nuñez, y hasta vi un partido de River, sí.
¿De qué club sos hincha?
De Boca.
¿Y a la cancha de Boca fuiste?
Sí, también pude ir, conocí todas esas cosas.
Pero en Buenos Aires, estuve detenido, también…
Me detuvieron por robo, sí.
Estuve en un Instituto de Menores, San Martín.
Un año y medio.
La gente me trató bien.
¿Te pegaban?
Sí, me pegaban, cuando me portaba mal.
¿Y cómo era el grupo que te rodeaba a vos?
Era jodido, pesado, no me querían, porque decían que yo
era de Rosario, no de Buenos Aires, y me peleaban por eso, y me tuve que pelear
con dos de ellos, fuerte, a trompadas, y los maestros te separaban.
Y después te castigaban, claro, había dos formas de
castigo, unos te hacían juntar tus dedos en la mano, y te pegaban con un
palito, y otros maestros, directamente a cachetadas.
Para que uno se corrija.
Y después ellos me trajeron de nuevo a Rosario, y ellos
no conocían esta ciudad, y el juez me otorgó la libertad, a los 17 años, y los que me traían, pararon en un
surtidor de nafta, y me dijeron que lo único que importaba era que no me fuera
a escapar, porque ellos se bajaron a tomar un café, y ellos me trajeron a otro
Instituto de jóvenes, internado, ellos firmaron, por mí, para que me quedara
allí, pero ya no estaba más detenido, allí.
Era más una ayuda social.
Pero de ese instituto, después, me escapé, me fui.
Me trataban mal.
Y allí, conocí a un hermano mío, verdadero, de sangre,
que no conocía, y era muy parecido a mí, con un mismo apellido, y yo hablé con él,
con Mario, un poco más grande que yo, pero ahora, ya hace cinco años que no lo
veo.
Y
Mario, tampoco tiene familia.
Mi mamá, verdadera, me dejó con esa familia, que son
mis padrastros, ella me dejó de bebé, y mis padrastros me levantaron, y
decidieron quedarse conmigo, y cuando fui más grandecito, me llevaron a los
Tribunales de Rosario, y me pusieron delante de la autoridad, y me dijeron:
-¿Con quién querés ir, vos?
Con esta señora o con esta otra.
Yo dije, con mi
madrastra, porque a esta otra señora no la conocía, y esa era mi verdadera
madre, mientras que mi madrastra, me daba muchos caramelitos, para que yo me
quedara y la eligiera a ella.
Y el juez respetó mi decisión.
Y mi papá, verdadero, podía llegar a tener 60 años, y que era camionero (lo averigüé en
Tribunales)
Yo no lo conozco.
Nunca hablé con mi verdadero padre.
Y a mi madre, excepto, cuando decidí donde ir, frente
al juez, no la vi más.
Yo tengo cinco hermanos de sangre, y lo conocí a Mario.
Y
otra vez, cuando era niño, me quisieron secuestrar.
Unas personas, en la bajada Pucio, en La Florida, yo
estaba solo, y me quisieron agarrar, y allí, tuve mucho miedo, y salí
corriendo, y me tiré al río Paraná, y me puse las ojotas, después, y unas
personas bajaron de un auto, un auto importado, y bajaron dos mujeres y un varón,
un grande, y yo era chico, y me dieron una bolsa de caramelos, y allí, una de
las chicas me quiso manotear, y me quisieron meter dentro del auto, y yo
zamarrié, y me logré escapar, gracias a Dios, y había un tiempo, que decían,
que antes, no sé si es cierto, pero me decían a mí, que te secuestraban para
quitarte los órganos…
Acá en La Florida, me pasó eso, acá en Rosario.
El alcohol es algo tan especial, que puede turbar y
hacer olvidar pesares en la vida de un joven de la calle, con una vida tan especial,
pero puede hacer que Facundo Cabral, un cantor argentino, durante los efluvios
de una noche muy alcoholizada, no recordaba nada, de esa noche, y había
compuesto una canción que lo hizo triunfar mundialmente: No soy de aquí, ni soy de allá.
Al día siguiente de haberla compuesto, totalmente
ebrio, no recordaba nada, y la canción hubiera pasada al olvido, de no ser por
una persona que se le acercó después de actuar, y le dio un casette, virgen,
donde había grabado la canción, que después se popularizó en muchos idiomas, y
que Cabral cambió dos palabras, en España, para que sea más potable en la península
Ibérica.
También llegó a mis lecturas que William Shakespeare,
escribió varios de sus afamados escritos, bajo estímulo del vino.
Y así tantos otros casos, donde el alcohol, y aún las
adicciones a drogas, han sido utilizados, para despertar la musa inspiradora.
Quiero concluir este relato con algunas frases sobre el
alcohol:
Antoine De Saint Exupery:
Bebo
para olvidar que soy borracho.
Séneca:
El
que disputa con un beodo, disputa con un hombre ausente.
Raimond Carver:
Nunca
escribí una frase que valiese la pena mientras estaba bajo la influencia del
alcohol.
William Shakespeare:
El
alcohol provoca el deseo, pero frustra la ejecución.
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