UN REGALO POR EL DÍA DEL MÉDICO:
En el día del médico, el 3 de diciembre del año 1974,
le regalaron a mi padre, un libro del Museo Sorolla.
Pasó el tiempo, y por esas cosas del destino, estaba en
casa de mi hijo, quien actualmente se encuentra vacacionando en la costa
atlántica.
Fui con mi esposa a regar sus plantas, y acomodar las
cosas en su casa, y vi el libro olvidado en una biblioteca, y me decidí leerlo,
por primera vez.
Fue escrito por Bernardino de Pantorba, impreso en
Madrid en el año 1.966, y puedo referir que es excelente, directamente
hablando.
Es una verdadera historia de vida de Joaquín Sorolla y
Bastida, un proficuo pintor de España, muy laborioso, y de los mejores de la
península ibérica, de su tiempo.
Sorolla nació el 27 de febrero de 1863, y falleció, con
un poco más de 60  años, de vida, el
10  de agosto de 1923.
Fue natural de Valencia, donde vivía su padre: Joaquín,
aragonés, que buscaba allí un mejor pasar económico, que en su tierra natal, y
se casó con una valenciana: Concha Bastida Prat.
Nacieron dos hijos: Joaquín y Concha.
A los dos años de edad de Joaquín, quedaron huérfanos, y
los niños fueron recogidos por unos tíos: Isabel Bastida, hermana de la madre
fallecida, y José Piqueres, su esposo.
Éste dueño de un pequeño taller de cerrajería, le
enseñó a Joaquín el oficio, pero él lo único que quería hacer era PINTAR.
Con catorce años, fue a la Escuela de Artesanos, en
Valencia, asistiendo a clases, en la noche, que ofrecía un escultor, Cayetano
Capuz. 
Ya en 1879, estaba matriculado en la Escuela de Bellas
Artes de San Carlos.
Uno de sus compañeros de esa época de mozo, Cecilio
Pla, dijo: “los alumnos entrábamos en la Escuela a las ocho de la mañana. Pues
bien: a tan temprana hora Sorolla, venía ya de recorrer las afueras de
Valencia, donde hacía paisajes. Su actividad verdaderamente extraordinaria, nos
asustaba a todos.”
Viajó por Roma, cuatro años, en una pensión, y varios
meses del año 1985, pasó en París, absorbiendo nuevos conocimientos, que
disfrutaba con fervor y gran entusiasmo.
Dibujaba y pintaba sin pausa, de día y de noche, y en
el verano de 1988, se casó con Clotilde García del Castillo.
Uno de los cuadros que pinta, es el de un piadoso
episodio de la vida del fraile valenciano Juan Gilabert Jofré, quien fuera el
fundador del primer manicomio que se hubiera abierto en el mundo, y lo denominó
a su cuadro: “El Padre Jofré protegiendo a un loco”.
Pese a lo hermoso y significativo de su trabajo, recibió,
más bien críticas.
Pero veamos algo del padre Jofré: 
Era valenciano, vivió entre 1350- 1417, y dedicó su
vida a la atención de los enfermos mentales.
La Iglesia Católica lo declaró Siervo de Dios.
Rescató a cristianos cautivos de los musulmanes, y
observó el modo de tratamiento, que daban a los enfermos mentales en el mundo
islámico.
Pero en Valencia, luego de ver el castigo que le daban
en la calle a un loco, Jofré, fundó en el año 1409, un hospicio para enfermos
mentales, llamado: Santos Mártires Inocentes, que fue aprobado por el Papa
Benedicto XIII, y por el rey Martín I de Aragón.
Éste, como ya fuera expuesto precedentemente, fue el
primer asilo mental, que se instituyó en el mundo.
Y la capilla del hospital fue dedicada a la advocación
mariana, de Nuestra Señora de los Inocentes, que se popularizó, años más tarde
como Nuestra Señora de los Desamparados, que es la actual Patrona de Valencia.
Con los años subsiguientes, este hospicio, fue
convertido en el actual Hospital General Universitario de Valencia.
Una relación de años, descripta por Bernardino de
Pantorba relata lo siguiente:
En 1895, “la bendición de la barca”, y “pescadores
valencianos.”
En 1896, “cosiendo la vela”, y “pescadores recogiendo
las redes”
En 1897, “la llegada de las barcas”, y “puerto de
Valencia”.
En 1898, “comiendo en la barca”, “llegada de un barco
de pesca a la playa”, “la playa de Valencia”, y “revisando la red.”
En 1899, “el baño”, “sacando la barca”, y “triste
herencia.”
En 1900, “idilio”, “pescadora valenciana”, “fin de la
jornada”, y “niño entre espumas.”
En 1901, “las sardineras”, “cordeleros de Jávea”, y
“remendando las redes”.
En 1902, “después del baño”, “playa de Valencia, (sol
de la mañana), y “playa de Valencia, (sol poniente)”.
En 1903, “niños a la orilla del mar”, “sol de la
tarde”, “buena pesca”, “las tres velas”, “toros en el mar”, y “pescadoras
valencianas”.
En 1904, “la hora del baño”, “verano”, “el niño de la
barquita”, “velas al sol poniente”, “en la playa”, y “pescadoras valencianas”.
En 1905, “el bote blanco”, “el baño en Jávea”,
“nadadores”, “niño sobre una roca”, y “niñas tomando el baño”.
Un novelista, amigo y paisano de Sorolla, Vicente
Blasco Ibáñez, decía:
“Hay sin duda una Providencia, que vela por los grandes
artistas, y ese sol, que todos los años, mata a algún trabajador en el campo,
todavía no ha podido con Sorolla, valeroso soldado de la pintura, que, como si
fuera una salamandra, se pasa el día entero entre la arena que echa fuego, y el
cielo, que vomita llamas, sin quitasol, porque su sombra podría modificar la
visión clara y precisa de la luz y de los objetos, sin otro abrigo que la
minúscula ala de su sombrero, y pinta, olvidado de todo, embriagado con la
hermosura de la Naturaleza…
Llegada la noche, Sorolla, que no puede vivir sin
pintar, enciende en seguida la luz, y comienza su trabajo de acuarela. Total,
catorce horas de labor, y esto, un día y otro día, no con la asiduidad
automática, del que se esfuerza por la vida, sino con el fervor y entusiasmo
del sacerdote que realiza las funciones de su culto.”
En enero de 1911, emprendió su segundo viaje a los
Estados Unidos, donde expuso 160 de sus pinturas.
Vendió por cifras muy importantes, allí, y se trasladó
a París, donde con el señor Huntigton, firman un contrato para decorar el gran
salón de la Biblioteca de la Hispanic Society, con un friso, de setenta metros,
de longitud, por tres y medio de altura, divididos en catorce paneles, para
representar escenas regionales de España.
Todo ello por 150.000 
dólares, que se abonarían en la entrega definitiva, al cabo de cinco
años, y si Sorolla falleciese antes, la Sociedad Histórica, haría un pago
proporcional.
Los primeros dibujos los hizo en Castilla y el país
Vasco.
Después paneles a Aragón, Navarra y Guipúzcoa, dos a
Sevilla, uno a Galicia, otro a Cataluña, y otros dos más a Sevilla, con total
de cuatro para esas tierras.
En 1916, pintó para Valencia, en 1917, para
Extremadura, en 1918, el de Elche, y el postrero, en junio de 1919, en
Ayamonte.
Es un gran homenaje a España toda, con sus hombres, sus
mujeres, sus caballos, banderas, músicas, y oficios.
Es realmente la obra más importante de Sorolla, y deja
en alto el pabellón español.
Después, comienza a aquejarse de su dolencia, con una
hemiplejia, que lo alejó definitivamente de su labor pictórica, y tiempo
después le ocasionó su muerte.
Con el gran pintor fallecido, era muy vasta la
profusión de cuadros que habían quedado, y su viuda, doña Clotilde García del
Castillo, decidió donar 881 pinturas, y su hijo Joaquín donó otras 303, que
habían recibido por herencia, juntamente con la casa que había ideado el
maestro Sorolla, al Estado español, para fundar en Madrid, lo que se conoce
como Museo Sorolla.
La verdad que agradezco a la Providencia, haber
encontrado este regalo, y haberlo leído, en un hermoso espacio verde, de relax.
También agradezco al autor, Bernardino de Pantorba, por
hacernos conocer tan vívidamente a un pintor de las características de Sorolla.
Y no dejo de olvidarme, de un merecido recuerdo para mi
padre, y la profesión que abrazó con devoción.
 
 
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