UN TREN SIBERIANO.
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TREN SIBERIANO MATVEI MUDROV: Siempre se tiene por sobrentendido que en Rusia, y especialmente, en Siberia, hace mucho frío, y que hay mucha nieve, eso es cierto, pero también, y a pesar de ello, en esas regiones, viven personas, en localidades distantes, que se aíslan mucho por el clima. Son verdaderos paisajes en blanco, muy idílicos, para quien los ve por primera vez, pero son sitios extremadamente difíciles para vivir. Las personas con botas y ropa de abrigo, caminan entre árboles sin hojas, y pisando la nieve, con precaución, pues son muy fáciles los patinajes y resbalones. También se observan picos salpicados con nieve, y en general predomina la soledad y un silencio, atenuado por el viento. Entonces leí de la existencia de un tren para comunicarlos, y llevarles atención médica, que sería descripto como “el tren de los olvidados”. Todos conocemos el ferrocarril Transiberiano, por la televisión y aún el cine, pero no conocía de la existencia, del Tren MATVEI MUDROV, que corre por 4300 kilómetros, en paralelo a la famosa línea Transiberiana, a sólo 650 kilómetros más al norte. Dentro de este tren vi un cuadro del médico Matvei Mudrov, a quien en homenaje se le dio su nombre a este tren sanitario, y quise averiguar, un poco más de este médico. El Doctor Matvei Mudrov, nació en el norte de Rusia, por el 1776, su padre fue un predicador, y sus cuatro hijos, que siguieron sus pasos. Este joven predicador, con llamativo pelo negro, llamó la atención de los vecinos, especialmente de las mujeres jóvenes, que lo encontraban atractivo. Su padre le inculcó amor por los libros, y se hizo un ávido lector. Un vecino encuadernador de libros, le explicó los secretos de esa profesión, y Matvei, empezó encuadernando para sus amigos, y cobró sus primeros dineros. Hubiera sido quizás un buen predicador, de no haberse sentido atrapado por la medicina de Rusia, conociendo a Osip Kirdan, médico, cuyo encuentro, cambió la vida del joven Matvei. Pavel Fonvizin, Director de la Universidad de Moscú, y se impresionó gratamente, con este jovencito, su inteligencia y conocimientos. Matvei, allí, ganó en su primer año, la medalla de oro. Se relacionó, con una familia importante, de ese sitio, los Turgenev, que tenían renombre en Moscú. Un día, una joven señorita, Sofya, se le presentó al doctor Matvei, con una ampolla inflamada en su rostro, y a la postre, resultó ser la futura esposa de Matvei, y le dio tres hijos. Sofya, era la hija de un Profesor de la Universidad de Moscú. Este matrimonio, le abrió las puertas sociales al joven doctor, en Moscú, y le posibilitó, que su profesión creciera. A los 24 años, se graduó, con honores, y los siete siguientes años, los pasó como médico interno, en Berlín, París y Viena. En 1812, la invasión napoleónica a Rusia, le forzó a regresar a Rusia, y ya en 1807, Matvei Mudrov, publicó un libro, sobre cirugía, que fue el primer manual escrito por un ruso. Durante la guerra contra Napoleón, trabajó muy duro, organizando hospitales en terreno, y entrenando cirujanos. En la primavera de 1812, fue elegido, cabeza del Departamento Médico de la Universidad de Moscú, mientras también practicaba terapéutica clínica. Mudrov es considerado, el padre de las terapéuticas rusas, desarrollando, aún en su época, la medicina preventiva. Con las notas que él escribía, 22 años después, se hicieron 40 gruesos tomos, como si fuese una enciclopedia… En 1829, Rusia padeció de una epidemia de cólera, presuntamente desde su vecina Persia. La mitad de los que contrajeron la enfermedad, fallecieron. Mudrov controló como Jefe, la expansión de la epidemia. Buscó los sitios más peligrosos en el río Volga. Dos años después, el pánico, se apoderó de San Petersburgo, porque en la ciudad se difundió, la enfermedad. Él se tomó muy a pecho, y luchó denodadamente contra la enfermedad, pero el destino quiso que, él también enfermara de este rabioso mal, y falleció en Julio de 1831. Había expresado: “YO SACRIFIQUÉ MI VIDA PARA QUE OTROS VIVAN…” Su vida es una prueba elocuente de ello, y es por todo esto que el tren sanitario de Siberia tiene su nombre, y merece ser conocido. Volviendo al tren, que une ciudades tan distantes, como Jani, y Vladivostok, fue construido a finales de los años setenta y principios de los ochenta, del siglo XX, y fue uno de los últimos, gran proyectos de construcción de la era soviética. Entre 1974, y 1984, 500.000 personas, trabajaron en él. Tenían temperaturas invernales que llegaban a los 50 grados bajo cero. Es una región con pocos caminos, para automóviles, y la ruta principal es precisamente este ferrocarril. El tren sanitario, no cuenta por ahora, con procedimientos invasivos, ni con cirugía, pero sus médicos asesoran a la población rusa, dispersa, con diagnósticos y terapéuticas. Y cuando llega el tren los pobladores, hacen filas largas, para atenderse, por ejemplo los aldeanos de Litovko, a 15 grados bajo cero, en la nieve, aguardan su turno. En una pequeña ciudad, en Kun, la nieve cubre los techos y los pisos de los caminos, y solo se observan, segmentos de sus paredes, que están levantadas con madera. No hay agua corriente en el sitio, y quedan pocas familias. Kun significa: “valle de la nieve.” También, en el tren sanitario, hay asistencia en medicina de rehabilitación, con los adelantos modernos, en la materia. Y EL TREN DE MATVEI MUDROV, REPRESENTA QUE LOS SIBERIANOS TAMBIÉN EXISTEN, Y SE LOS ATIENDE. | 
 
 
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