Oh, la ansiedad:
El Doctor Abdala, es Médico-Psiquiatra, y Docente
Universitario, y tiene una columna donde aporta datos interesantes.
Un paciente le envía esta nota: “Vivo en tensión, estoy
totalmente contracturado, preocupado, no duermo bien, y tengo molestias
digestivas. Me dicen que es nervioso, pero no comprendo. Mi vida es buena y
desearía disfrutarla un poco más…
Y el Doctor Abdala, aprovecha esta pregunta para
comentar de la ansiedad.
Insiste en separar la ansiedad de la angustia, pues
esta última, tiene manifestaciones físicas, como opresión en el pecho,
molestias digestivas, sensación de falta de aire, sudores, temblores,
palpitaciones o latidos más rápidos del corazón, lo que se llama taquicardia, y
en general, sensaciones de inestabilidad.
Algunos pensadores, sigue Abdala, creen que
inexorablemente, el ser humano se somete a dos leyes, la ley de la gravedad,
por supuesto, y la ley de la angustia existencial…
Desde su nacer, el hombre se enfrenta a lo desconocido,
más peligroso, que el cálido vientre maternal. Y se necesitan cuidados físicos
y emocionales, para afrontar la vida.
El conflicto, entre lo desconocido, y la actitud de
enfrentarlo, recibe el nombre de ansiedad.
La ansiedad, por ello, es imprescindible al ser humano,
que vive, en constante lucha y debe tomar decisiones, siempre.
La buena ansiedad, sigue Abdala, es una señal de baja
intensidad, una señal de alerta, que no es sumamente útil.
Sirve para enfrentar un riesgo, y poder así, superarlo.
Pero si esa ansiedad, se desadapta, puede convertirse
en patológica, se intensifica, se exagera, es desproporcionada, interfiriendo
ahora en el funcionamiento diario, disminuyendo su rendimiento, acompañándose
de malas sensaciones, y paraliza, más allá de que existan motivos o no, los que
las hayan producido.
Y entonces uno se pregunta: ¿por qué, un sistema
emocional, que sirve para protegernos, es transformado en algo perjudicial,
para sí mismo?
Se activa frente a peligros, que no existen, y
enferma…
Lo psicológico indica, que, situaciones previas,
traumáticas, dejan en nosotros sus huellas, conscientes o aún inconscientes,
que se mantienen en el tiempo.
Hay que volcarse a identificar, qué causas actuales,
mantienen, en nosotros, la ansiedad mala, y tomar acciones eficaces, para
disminuirla o anularla.
Yo, Julio, siempre les he explicado a mis alumnos/as,
que la ansiedad, con su descarga de adrenalina como neurotransmisor, nos
prepara para atacar o huir, y veamos por ejemplo que sucede con un gatito,
atacado por un perro. El gato se infla, se agranda, se erizan todos sus pelos,
suda, sus ojos también se agrandan, y dispone sus garras.
¿Para qué hace todo esto? Sus pelos se erizan y actúa
en una pose más abultada, para aparentar mayor volumen de agresión, suda, para
no ser atrapado, y que se le escapen los ataques que efectuará el perro, los
ojos se dilatan para tener mejor visión, y las garras, para defenderse.
Pero cesado el peligro, ahora sigamos al gatito, y ¿qué
hace?
Se busca algún lugar alto, para estar más seguro, se
ovilla todo, y se dispone a pasar un rato agradable, durmiendo…
De ello, debemos aprender, a estar nerviosos, solo
frente a un peligro inminente, y NUNCA PERMANENTEMENTE.
Debemos aprender a relajarnos.
Yo fui recientemente a un Taller de Oración, del
desaparecido actualmente, Padre Larrañaga, que me ayudó mucho, y quisiera
transmitir algo que me sirve de sobremanera:
Muy tranquilo y concentrado, en estos momentos de
angustia, y ansiedad intensa, sea lo que sea, lo que lo haya causado, comenzar
a repetir la simple palabra: “paz”, en voz suave, preferentemente, en el ciclo
respiratorio, cuando uno espira, y al hacerlo rítmicamente, durante muchos
minutos, en forma ininterrumpida, y sin pensar, esto no me va a servir, no esto
no pensarlo, nunca, seguir con nuestra mente, fijos, en esta bella palabra:
PAZ.
Si tienes fe, te sentirás inundado por esa sensación
deliciosa, y profunda de la paz, y le darás un significado a esta palabra.
Nunca se debe evitar el consejo médico, o de psicólogo,
o psiquiatra, pensando, yo, eso no lo necesito. No seamos soberbios, y
aceptemos la ayuda necesaria.
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