www.encompaniadeladultomayor.blogspot.com.ar

viernes, 1 de abril de 2016

EL ABUELO ARTHUR

EL INMIGRANTE ARTHUR:
Estando en Mar Azul, de vacaciones, siempre aprovecho, para hacer algunos necesarios arreglos y retoques a una casita de madera, de tipo alpina, que hay que mantener.
Y este año, 2016, conocí a un señor muy educado, Víctor, de unos 45 años, que es ayudante del albañil, siempre bien dispuesto a todo lo que se necesite, y que me relató una historia de un inmigrante vasco-francés, que era su abuelo Arthur, y que quiero comentar.
Su abuelo francés, nació en el pueblo de Tolouse, en 1896, en la misma ciudad en la que nació nuestro máximo ídolo del Tango, y que se lo disputan con fervor, los argentinos y uruguayos, estoy refiriéndome a Carlos Gardel.
Allí en Francia, con una altura de 2 metros de alto, él siempre decía, que tener esta altura, le había causado algunos inconvenientes, y en chiste comentaba: “soy tan alto, que no me llega bien el oxígeno, a mi cabeza…”, por tan alto, y se arqueaba algo, siempre.
Fue destinado a la primera parte de la Primera guerra mundial, defendiendo a su país, en su primera fase, en la contienda de trincheras.
Él vivió en esos momentos circunstancias muy dolorosas, pasado mucha miseria, cosas muy penosas, presenció la muerte de algunos compañeros, como se mataban unos a otros, soportó los envenenamientos con las bombas degas, que le trajeron consecuencias indeseadas, a largo plazo, las bombas comunes, y toda la tensión, angustia y miedo insoportable y dijo basta. Decidió desertar del ejército francés en la primer baja, y escapó.
Decidió entonces huir, y se trasladó como polizón en la bodega de un barco, que venía para América, comiendo de lo que encontraba, llámese bichitos, o lo que otros dejaban ya sea frutas o cualquier mendrugo, ya que estaba de incógnito en un barco de granos y otros materiales. No vino como pasajero, ni como tripulante. Entró con ropas de civil, y portaba consigo un fusil de la Primera Gran Guerra.
Y él hablaba con un castellano particular, arrastrando la erre, y pronunciándola como un ge.
Cuando llegan a destino, en el Uruguay, el Capitán del barco, lo detiene, y lo llama, y allí le dijo: -“Yo siempre supe que usted estaba en la bodega, pero sabía de donde provenía, también me enteré que participó en la guerra, y por eso lo respetamos en su deseo de libertad, por eso no fue molestado, y lo dejamos llegar hasta aquí.”
El Capitán, sabía de él y lo respetó por su pasado en combate, y le reconoció ese anhelo de ser libre en otro continente.
Además Arthur, se había traído su arma larga de fuego, y una mano atrás y otra adelante, nada más. El arma, del 14, un rifle, lo trajo ya que viajaba solo, y no sabía los peligros a que tendría que sobreponerse.
Cuando bajó en la ciudad de Montevideo, Uruguay, no sabía dónde ir, ni qué hacer, y con un plástico, se instaló precariamente en un terreno.
Él antes de soldado, había sido ayudante de carpintería, pero no arrancaba, pues carecía de fondos.
Entonces, un conocido, le dijo:           “-Arthur, vende el rifle”.
Y es lo que hizo, y obtuvo un dinero para alimentos, que le escaseaban, y algún instrumento y herramientas necesarias.
Con eso comenzó a trabajar en el Uruguay, en Montevideo, primero, de carpintero, y realizaba actividades, en diversas localidades, hasta que un día, por avatares de la vida, descubrió y se enamoró de una mujer, que iría a ser la abuela de Víctor, hija de originarios, los mentados charrúas, en Paysandú.
Víctor me relató que él porta una especial mezcla de sangres, mi abuela india, el abuelo, por parte de madre, español, y mi otra abuela, italiana.
Yo le respondí, que mi abuela paterna era de sangre guaraní.
Paysandú es una ciudad de Uruguay, que está conectada con otra argentina que se llama Colón, por el Puente Colón-Paysandú.
Y se estableció allí, en una ciudad costera, que le traía reminiscencias de su amada Francia, y especialmente se parecía a su ciudad natal, con casas parecidas,  viviendo con una doble nacionalidad franco-uruguaya.
Conoció una joven y se enamoró. Se casó y nació su hijo, el padre de Víctor, el albañil de Mar Azul.
Pero mientras en la Argentina dominaba el Peronismo, en el año 48, o 50, aproximadamente,había épocas políticas turbulentas en el Uruguay, con enfrentamientos armados y luchas intestinas por el poder.
Uno de los grupos armados eran los Tupamaros, en Uruguay, que se enfrentaron al poder militar de esa época.
¿Por qué explico todo esto?
Pues el papá de Víctor, el hijo de Arthur, se apasionó por la política, y se introdujo, clandestinamente en el movimiento Tupamaro.
Como Arthur, en esa época, adquirió el oficio de hacer lanchas, las armaba de chapa, y las forraba por dentro con madera, botes con remo, que vendía bien a los colonos, para navegar el hermoso río Uruguay, su hijo conocía muy bien el lugar, y el río, y sabía y contaba con lanchas, y era un encargado de hacer pasar a los guerrilleros ilegales, perseguidos, del movimiento Tupamaro, al otro país vecino, que era la Argentina, arriesgando el pellejo propio, ya que si era descubierto, sería ejecutado, por aquellos años de plomo.
Pero el padre de Víctor, se enamoró de Argentina, por el progreso que veía, aquí. No quería cruzar, primero, porque decía: La libertad es un bien muy preciado, y cuando la pierde, recién ahí, la valora...
Después formó familia, y en la provincia de Buenos Aires, nació Víctor.
Víctor fue un todo terreno, y trabajó de empleado acarreador en el Mercado de Buenos Aires, bajando sandías, papas, lo que fuera.
Un día, un compañero de trabajo, lo persiguió un poco, y se jactó que él podía descargar un peso de 100  kilogramos en su espalda, entonces Víctor no arrugó, y le respondió: -“Yo puedo con 120 kilogramos”
El oponente no le creyó, entonces, Víctor le jugó una asado, con el dinero que recibirían por su trabajo, el sábado, el día de paga, y se dispuso a cumplir su apuesta.
Le cargaron primero una bolsa de cemento, de 50  kilos en su espalda, y la soportó, le pusieron la segunda de otros 50  kilos en su dorso, y la sintió, pero la aguantó.
Y el oponente se fue a buscar una bolsa de cal, de las grandes, de 30 kilos, y Víctor, también la aguantó.
Después bajó con esa carga por el tablón, y descargó, ganando la apuesta, ¡había cargado en sus espaldas 130 kilogramos!
Víctor, con emoción, relata, que cuándo Arthur, su abuelo, recordaba la guerra, se le escurrían lágrimas de sus ojos, y siempre le dijo a él: “siempre es preferible hablar, que pelear”.
Víctor recuerda otro día, cuando era un niño, y estaba frente a su padre, que lo retaba y le decía: “Yo a vos te voy a pegar, cuando quiera, porque vos sos mi hijo.”
A lo que Víctor le respondía: -“Mirá que le voy a contar a mi abuelo”
Y no sabía que el abuelo Arthur, estaba detrás suyo.
Entonces el padre amagó a pegarle de nuevo, y el abuelo, con una mano, grande, lo cacheteó fuertemente al papá de Víctor, y le dijo:-“Yo te pego cuando quiera porque sos mi hijo, no le pegues más a mi nieto”.
Y el papá de Víctor bajó la cabeza, y acató la orden de su respectivo padre.
Víctor, con nostalgia, me dice que es peronista, de los de antes, de Perón, no de demagogos, y lamentablemente en este país hay demasiada demagogia, y que muchas veces los gobernantes, los manda más, se olvidan del obrero, no se respeta a la gente…
Actualmente, me comenta, que su trabajo rinde poco, en Mar Azul, y su vida es dura, lamentablemente hay  poco trabajo, y que planea buscar otro sitio, pues hay muchas obras paradas, son muy pocas las que están funcionando, con gente ya contratada.
También me informó que hay empresas non sanctas, la construyen desde cero, y solo se retiran con el último detalle, pero hacen casas que no son aptas para este lugar, en terreno blando, arenoso, y que hacen en durlock o materiales prensado de Brasil, poco duraderos, casas en Mar Azul, las terminan, cobran y desparecen, y al año, se comienzan a agrietar, porque las hacen con elementos que no son óptimos en el bosque.
Son económicas, sí, pero a largo plazo traen complicaciones.
Y muchas veces les quitan trabajo a ellos.
Con nostalgia me habló de su abuelo, y de valores, que actualmente los ve muy disminuidos en la sociedad argentina, fundamentalmente EL RESPETO.
Muchas enseñanzas que les dejó su abuelo, que lamentablemente, con el correr de los años, se están perdiendo.
Me aclaró que su abuelo, no lo obligaba, pero prefería que lo trate de Usted, por respeto, y se alegraba si Víctor así lo hacía, pero si el nieto, familiarmente lo tuteaba, no le gustaba mucho. Tutear, es tratar de tú.
Y Víctor cuando era un niño, de 7 años, a sus primos de 20  años, los trataba también de usted. A los tíos también de usted. Y al gente mayor, mi abuelo siempre decía, por respeto, trátalas de usted. Y él le explicaba, que él era el papá de mi papá, y lo podía tratar de cualquier manera, pero preferiría que también lo trate de usted.
Lo que siempre admiró de su abuelo Arthur, es su sacrificio, su voluntad de trabajar, él, cuando nos dejó, con sus 83  años, quería continuar trabajando, no parar.
Víctor se entristece, porque observa que en nuestro país hay mucha irrespetuosidad en los tratos interpersonales.

1 comentario:

Unknown dijo...

Para los mayores, es muy notoria la diferencia de educación, en las distintas generaciones que convivimos....dicen que todo tiene su razón de ser...quiero creer que aún cuando parece que estamos en un período de involución, la humanidad igual está evolucionando y ésta sea una experiencia ingrata, pero necesaria, para COMPRENDER..