¿QUÉ ME CONTÓ PALMIRA?
Palmira de Pehuajó:Yo nací en Pehuajó, en la provincia de Buenos Aires, queda a más de 700 km de la Capital Federal, distancia parecida desde Rosario a Pehuajó. Nací en 1934, éramos seis hermanos, tres varones y tres mujeres, y mi papá vivió siempre del suelo, el campo.
Mi papá era mucho de cuidar animales, pero a veces cultivaba. Le gustaba a mi padre sembrar alfalfa, era una buena forrajera, era también difícil de cosechar, porque la alfalfa primero necesita agua, y después no. Y era de un tamaño regular, pero su semilla va en el suelo, va como una gramilla, y él cortaba hacían parvas, para el ganado, y vendía. Todo trabajando con caballos y con máquinas, con ayuda de vecinos, a veces se ponía alguna persona, porque a veces también mi papá ayudaba a los vecinos, porque todos tenían una parte de campo, y se ayudaban, si lo necesitaban. No eran grandes estancias como son ahora.
Ahí eran 45 hectáreas que las compró, cuando yo ya era grande, tenía vacas, ovejas, caballos.
Ví ovejas muertas, a veces, pero nunca ví los que se llaman quistes de las ovejas, de esa enfermedad que se llama hidatidosis, que hay más al sur, en la Patagonia.
En Pehuajó, nosotros somos los norteños del sur, porque estamos, cerca de Trenque Lauquen.
Allí está el Monumento de la Tortuga Manuelita, de la célebre canción de la recientemente desaparecida María Elena Walsh, si cuando yo llego y digo que soy de Pehuajó, siempre me dicen de la tortuguita, y yo respondo, sí, querida, soy de allí.
Hay dos monumentos en Pehuajó, uno de la tortuguita, que está con una sombrillita, y el de Farabolini, un conductor de autos de carrera que también era de Pehuajó, y se mató desgraciadamente allí, en una carrera.
Yendo por la ruta 5, Pehuajó tiene una entrada muy linda, no hace muchos años que la han hecho, y tiene otra entrada, que le llaman la de Farabolini, porque allí se mató el conductor.
Mi papá alguna vez sembraba también trigo, cebada, avena, gracias a Dios nunca sufrimos ningún episodio de robo, o abigeato, como se lo llama.
Al animal hay que cuidarlo, sino no hay que tenerlo.
Hay que estar siempre, en frío o calor, llueve o truene. Porque hay que ponerle sus vacunas, hay que ponerle de todo, y cuando se llega a la feria para venderlos, se tiene que presentar los certificados de todas las vacunas, porque antes no era así, ahora se exige vacunación completa y lindo peso. Si no se tiene que vender para frigorífico, las vacas viejas, las que han perdido su cría, se venden también caballos para frigoríficos.
(En este momento hay unas lágrimas de Palmira).
Mi hermano tuvo que vender a “Caracol”, aprendimos todos, y aprendimos los nietos, todos, en ese caballo. Yo no quiero ni ver las fotos, porque aún hoy me duele mucho, porque lo vendieron para frigorífico, si, si…
Caracol era macho, un caballo chiquito, no era muy grande, pero sacando a mi mamá que me parece que nunca anduvo a caballo, todos anduvieron allí, los amigos de mi hijo, todos.
Mi hermano lo tuvo que vender porque le empezaron a aparecer en las nalgas, debajo de la cola, en los cuartos, una cantidad grande de verrugas grandes, aplastadas, de más de dos centímetros, que se les lastimaban constantemente, y le sangraban, porque se las rascaba con su cola, y después le iban las moscas, y le ponían las crías, y se agusanaba todo, una se curaba y aparecía siempre más miasis. El consejo del veterinario, era que lo sacrifiquen, porque decía que nunca se iba a curar, y cada vez peor. Le dijo “cerrá los ojos y vendelo”.
En el campo, cada caballo tenía su nombre. Ahora como quedó mi hermana sola, no tiene ningún caballo. Y ella ya no cuida el campo, sino que lo enajenó, lo cultiva otra persona, y le da el alquiler pactado. Hay dos que enajenan, uno tiene virgen, con animales, y el otro cultiva.
Cuando yo era chica la vida en Pehuajó era muy tranquila, la gente de allí es de plata, por ejemplo en medicina, que usted no se enferme, porque los gastos de internación o de operación, eran altísimos, todo muy caro, al extremo. Allá era todo, pero todo de estancias, La Chiquita, que era la más chica, La Margarita, y todo eso ahora se vendió y quedaron en manos de extranjeros. Cuando uno va entre Pehuajó y un pueblito cercano Puerto Madero, y en la ruta hay una cartel enorme que dice “El Grobo”, que no la trabajan sino que subcontratan, y son los llamados pool sojeros.
En Capitán Castro era un pueblo de ferroviarios, una casita más linda que la otra, y después la dejaron abandonar, porque eran unos abandonados los que allí vivieron después.
Ahora esas casitas, el Intendente de Pehuajó y de Juan José Paso, que es otro pueblito cerca, les dijo que ocupen esas casas, porque no había otro lugar para vivir. Hay correntinos, de otras provincias, de todas clases de personas, y mi hermana dice que está o se siente más acompañada, porque escucha muchos chamamés en el día.
En casa hay un señor que le falta un ojito, no tenía animales, pero es ducho en tareas del campo, mi hermana no le pagaba, pero este señor hacía muzarella, la vendía bien, él hacía la pasta de la muzarella, y después l llevaba a otro que la terminaba. Mi hermana no le pagaba, pero con eso él ganaba, y este señor está viviendo en mi casa.
A pesar de todo, Pehuajó todavía hoy tiene tren, no como era antes, pero todavía circula. Hay mucha cosecha, ganado, es gente de mucha plata.
Yo vine a Rosario, porque mi marido era ferroviario, primero cambista y luego guarda. Tuvo que venir durante un año a Rosario, para obtener título de guarda. Después regresó al pueblo de Capitán Castro, a 33 km de Pehuajó, que era muy importante para el Ferrocarril, porque estaba en mitad del camino entre Ingeniero White y Rosario, y era el sitio de mantenimiento principal de por ese trayecto, donde se llevaban las máquinas para arreglo, y todo.
Había personal de las máquinas, personal de los guardas, de todo. Allí se daban vueltas las máquinas para arreglo. Si precisaban combustible se les daba el combustible.
Y mi esposo vino a Rosario, porque Menem dijo chau al ferrocarril. Le ofrecían Buenos Aires, San Nicolás y Rosario, y se quedó aquí. Porque tenía a sus padres acá, en Rosario.
Mi hijo estudiaba y siguió estudiando, hasta que se recibió acá, y mi hijo más chico abandonó el secundario. Y nos tocó siempre gente muy buena ue nos ayudó, nos dijo dámelo que tengo un kiosco de diarios y revistas, antes con un hermano trabajó en una verdulería, y después en el kiosco, lo querían por honesto y cumplidor.
El otro hijo es técnico electricista, y se colocó en una fábrica de electricidad. Éste es el que se accidentó, y fue al Hospital de Emergencias, con una pierna quebrada en siete partes, y le falta la otra, gracias a Dios, se salvó, y tiene una prótesis, en la que le falta, que se la compramos entre todos, con compañeros de trabajo, del trabajo de mi nuera, del de mi hijo, y hace 23 años, nos salió 18 millones de pesos, que era mucho. Mi hermano me decía si no tiene el dolor fantasma, pero eso mi hijo nunca tuvo. El dolor fantasma es cuando duelen los pies o los dedos de un miembro ya amputado.
Lo único que a los 12 años, le tuvieron que sacar los clavos de platino, porque uno se le infectó al lado de su rodilla. Y entonces en el Hospital Español de Rosario, lo atendieron bien.
Porque antes lo había llevado a otro Sanatorio de Rosario, y un Traumatólogo, le quería poner la gotita, para que se tape, allí… Y por suerte me aconsejaron al Hospital Español.
Una persona muy querida, casi como una hija, le dijo por favor no te pongas la gotita y cambiate de médico. Y gracias a Dios todo terminó bien, después.
Mi hijo más chico era el Maquinista de tren, a los 18 años, cuando venía su papá de Guarda, y comentó a las 6 hs de la tarde que un hijo de un compañero de trabajo lo mandaban a Buenos Aires, para Maquinista, y entonces mi marido no se sacó ni la ropa, y fue, y dos horas después, ya lo llamaron a su hijo, por el ejemplo que daba el padre con su trabajo, por el padre que tenía. Hay que dar el ejemplo primero.
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