GENERAL MANUEL BELGRANO- (1)
Mujeres en la vida del General Manuel Belgrano:Julio Cesar Abellan (h) y Carolina Bertaina.
Juana Azurduy venció a los españoles en la batalla de “El Villar”, siendo por ello premiada por el gobierno de Buenos Aires, a recomendación de Belgrano, con el grado de “Teniente Coronela”, único caso en nuestro ejército. Distinción que le otorgó por decreto Juan Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el 13 de agosto de 1816, y luego Belgrano le hizo entrega simbólica de su sable.
Fue una patriota del Alto Perú, hoy Bolivia, y acompañó a su esposo Manuel Padilla en las luchas por la emancipación contra el Reino de España.
Hablaba castellano y quechua, y se había educado en el Convento de Santa Teresa de Chusquisaca.
En 1812, Padilla y Juana Azurduy, se pusieron a las órdenes del General Belgrano, llegando a reclutar 10.000 milicianos.
Producido el éxodo Jujeño, al pasar por Jujuy prestaron colaboración con la retaguardia, comandada por el mayor general Díaz Vélez
Después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, Juana y su esposo, realizaron acciones de guerrilla contra los españoles.
El general Sucre le aumentó su pensión, que apenas le alcanzaba para sus mínimas necesidades, , pero dejó de percibirla en 1830, por los problemas políticos en Bolivia. Debió entonces vagar por las selvas del Chaco Argentino.
Murió indigente el día 25 de mayo de 1862, a los 81 años, y fue enterrada en fosa común.
Sus restos fueron exhumados 100 años después y se depositaron en un mausoleo en la ciudad de Sucre.
María Remedios del Valle, la “Parda” María como se la llamó, también peleó con coraje junto al General Belgrano, y estuvo varias veces a punto de ser fusilada por los godos.
En la guerra por la Independencia, esta mujer perdió a su esposo e hijos.
Lamadrid no dudó en llamar a esta americana de sangre africana, como la “Madre de la Patria”, y relata también que muchas mujeres acompañaban a los ejércitos de Belgrano, y que su participación en ocasiones sobrepasó lo de “auxiliares”, enfermeras, esposas y concubinas.
La “Parda”, participó del Éxodo Jujeño, y de las victorias de Tucumán y Salta, y en las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, y Belgrano la nombró Capitana. A pesar de que le reconocieron el grado y el sueldo, luego de la Independencia, no se lo pagaron jamás, y Rosas la hizo colocar entre los Retirados como Sargento Mayor, por lo que decidió adoptar un nuevo nombre: Mercedes Rosas.
La escritora María Esther de Miguel relata lo siguiente:” A la luz de un velón, Manuel se encontraba traduciendo nuevamente el discurso de despedida de Washington(que había destruido antes de la batalla de Tacuary), cuando le advirtieron la llegada de un mensajero. Era, por cierto, uno de los tantos que en la bucólica ciudad de Salta, la hermosa asentada en el valle de Lerma, oficiaba de mirón por orden suya. El contacto que a tal espía le correspondía era dama de alta alcurnia, proveedora siempre de valiosos datos porque había logrado intimidad con Pío Tristán, estar cerca de él en los saraos y comidas con que tal jefe, criollo por nacimiento pero chapetón por sus ideas, entretenía temores y aburrimiento.
Noticias fresquitas traía el hombre, ágil de piernas y espabilado de mente, podía verse a primera vista, aunque exhausto por el trámite largo de venir a anoticiar al jefe. Se cuadró ante él, en camisa por la hora y el calor, sudoroso, pluma de escribir en mano y ojos abiertos por premuras e insomnios: había mandado adelantados para reconocer caminos y probables atajos y su red de informantes lo mantenía al tanto, pero en ascuas.
-Usted dirá, paisano.
Paisano era hombre y agotado. Tres días había corrido sin descanso para traer las nuevas- que quizás ya eran viejas-: Tristán, aún en Babia, consideraba imposible que con tamañas lluvias y los caminos intransitables hubiera peligro inmediato de parte del ejército, dijo el hombre y enseguida agregó con tristeza en la voz y veladura de aguas en los ojos: pero alguien, señor había espantado la perdiz y la dama Clotilde- tal era el nom de guerre de la de alta alcurnia-, desgraciadamente, había sido descubierta.
-Cayó ella y cayeron dos de sus criadas y otra que era inocente.
-¿Cómo fue- murmuró Manuel, un suspiro de voz y demudado.
-Fue.
Exigió precisiones el general y las tuvo. La dama se caracterizaba por su aristocracia, inteligencia y valentía y Manuel lo sabía. Un hueco en cierto árbol, recoveco a cobijo de indiscretas miradas, era el lugar donde la dama ponía los mensajes cuando salía a caminar rumbo al río por cuestión de tomar aires y aspirar brisa sana, y los tales mensajes los recogía el correo- aquí para servirlo, mi señor- y así marcharon los asuntos, viento en popa hasta que quiso la mala ventura que a una mujerzuela coqueta e insidiosa, fiel a Tristán no por amor sino por las dádivas que en trámite erótico encontraba, se le diera por sospechar de la linajuda señora y de tanto paseo bucólico que la mentada doña cumplía acompañada por criadas, como cuadra; y un día la siguió y luego otro y otro, en calesa, a caballo, a pie, pero siempre a escondidas, haciéndose la perdiz, pues para eso se daba maña, hasta que tuvo la certeza y con la certeza un día encontró los papeles y con los papeles fue a Tristán y Tristán decidió: escarmiento a tales copetudas metidas en subversiones criollas.
-Y fue espantoso, señor- lloriqueó el paisano ágil de piernas y espabilao de mente y, según se estaba viendo, flojo de corazón-. Hubo una redada, en vano el hermano de la dama, comerciante rico y amigo de los godos, invocó servicios a España y lealtades familiares. A la dama la pusieron en el cepo, la llevaron a la plaza, la azotaron frente a toda la gente que obligaron a estar en el lugar y a mirar lo que pocos pudieron mirar, y después la degollaron como si hubiera sido una gallina; a las criadas las colgaron: a las dos que estaban en el asunto y a la otra sin nada que ver, como está dicho.
-¿Hablaron?
-No señor. Además nada sabían, ni mi nombre ni el de otros, pues así nos manejamos para seguridad de todos y, sobre todo, de la causa, que cada quién es cada quién y basta.
La noticia multiplicó desazones en el ánimo de Manuel...”
Valga este relato, como homenaje a las víctimas en la lucha por la libertad de nuestra patria.
Era Fermín Echeverría un vasco que llegó al Río de la Plata en el siglo XVIII, y casóse con una mujer criolla, Tomasa de Acevedo, con dos hijos: Vicente y María Catalina. Vicente se doctoró en Leyes y vivió en Charcas, actual Bolivia, pero su hermana María Ctalina, al quedar huérfana fue educada por Pedro Tuella, y se casó en 1810 con Juan Manuel Vidal.
Dada la amistad de Belgrano con su hermano Vicente, cuando llega a la villa del Rosario, se hospedó en su casa. Aparentemente, y aunque hay versiones contradictorias, le propuso y ella aceptó, confeccionar la primera bandera argentina, que María Catalina Echevarría y otras damas del poblado, confeccionaron, con dos franjas horizontales blancas en los extremos y una franja celeste en el medio.
La Estancia “El Yugo” fue propiedad de Lucía Islas de Gonzáles, abuela por vía materna del General Belgrano, un solar ubicado a 5 km. De Loreto y en 1948 fue declarado Lugar Histórico Nacional.
El Bisabuelo materno de Belgrano , Don Juan Guillermo González Aragón, (1687-1768), nació en Andalucía, España, y trabajó en Santiago del Estero, probablemente era comerciante de la madera. A los 28 años se casó con Lucía Islas y Alva, Su hija Gregoria fue también abuela del célebre abogado Juan José Castelli.
Uno de sus tartaranietos fue el General Belgrano, y Juan Guillermo ingresó al sacerdocio.
Abuelos maternos del General Belgrano: Juan José González Islas, casado con María Inés Casero Ramírez.
Madre de Belgrano: María Josefa González Islas y Casero.
La mamá, nació en Buenos Aires, cuando su padre abandonó Santiago del Estero para radicarse en Buenos Aires, se casó en 1741, y a los dos años nacía la futura madre de Belgrano.
María Josefa, quien pertenecía a distinguida familia de Buenos Aires, contrajo matrimonio con Domingo Belgrano y Peri, el 4 de Noviembre de 1757.
María Josefa, era una señora caritativa, y piadosa, y sus parientes directos ya habían fundado el Colegio de Huérfanas de San Miguel.
La abuela materna de Belgrano, lo había fundado, junto a San Miguel Arcángel, inaugurada el 21/11/1788, con el nombre de Nuestra Señora de los Remedios, cito actualmente en Bartolomé Mitre 896, de Buenos Aires, junto al Primer Hospital de Mujeres, de esa época.
La madre del prócer, María Josefa fue una mujer sufrida, en su casa entre hijos, parientes y sirvientes, vivían treinta y siete personas.
En las cartas que le envía a Belgrano, le decía que no tenía ni para dar de comer a sus hijos, y que salía a pedir prestado a los vecinos, y que no le dan por miedo a que no devuelva...
En los últimos años de su vida, el padre, Domingo, tuvo un severo traspié económico, causado por un proceso en el que se implicó “sin razón”... Su hijo Manuel Belgrano fue defensor contra la Aduana.
Domingo era amigo de Francisco Ximénez de Mesa en 1788, y se le creyó cómplice de su quiebra, y el virrey Loreto le secuestró los bienes, hasta que el proceso se aclaró, en 1794.
Ximénez de Mesa era administrador y tesorero de la Aduana de Buenos Aires. Domingo Belgrano tenía contratos con mercaderes de Asunción, la Banda Oriental, Potosí, Lima, Córdoba, Salta, La Plata, que se llamará más tarde Chusquisaca, y La Paz. Pero también y en forma no declarada embarcaban productos americanos a la Península Ibérica, traían enseres de Castilla. Domingo daba préstamos a los burócratas para que paguen las fianzas de los nuevos funcionarios. No dejaba mucha constancia de sus negocios, lo que se llama: “no llevar libros”. Tenía auxiliares en provincia que le informaban sobre escasez y demanda de los artículos. Generaba desabastecimiento de productos que el acaparaba, y distribuía mercaderías, sólo si el precio que se elevaba, le era conveniente. Por ello tenía que pagar comisiones.
Todo se descubre por Ximénez, quien narró este tipo de negocios. Domingo Belgrano y Peri terminó siendo un alias: Bicho colorado, más por su mal talante que por su pelo rojizo.
Por ello en 1788, la madre comenzó a enfrentar dificultades y penurias, y esto motiva a Manuel Belgrano a desistir en el Doctorado en Leyes: “desisto de graduarme de doctor, lo contemplo una cosa muy inútil y un gasto superfluo.”
En alguna cárcel debía estar don Domingo, y quedó bajo arresto en su propia casa, el 11 de septiembre de 1788, el caserón se convirtió en cárcel, y le embargaron sus bienes.
Miguel Bravo Tedín, en el Archivo General de Indias, encontró una carta conmovedora de doña María Josefa González Casero, dirigida al Virrey Marqués de Loreto, solicitándole piedad, alimentos y ayuda.
También había otras cartas, dirigidas al Rey Carlos IV. En todas habla de injusticia, defiende a su marido y ataca la indiferencia del Virrey.
La mamá de Belgrano falleció en Buenos Aires el 1º. de Agosto de 1799 y en su testamento pidió, como lo hiciera Belgrano posteriormente, ser sepultada en la Iglesia de Santo Domingo, de cuya orden, dominica, era tercera. El papá de Belgrano falleció el 24 de Septiembre de 1795, en Buenos Aires, y también en su testamento pidió ser sepultado en la Iglesia de Santo Domingo siendo amortajado con el hábito de los dominicos, ya que era hermano de esa orden, y había alcanzado el cargo de prior.
En España, este joven americano, al parecer no pudo sustraerse de los placeres de Venus, y allí aparentemente Belgrano padeció de gonorrea seguramente, en ese entonces era el “mal de Castilla o de Marsellas”,llamada también blenorragia, aunque también se habla de posible sífilis, todo ello vinculado a su apasionamiento amoroso., y para su tratamiento le fueron suministrados sales e yodo. En su autobiografía Belgrano describe lo siguiente: “Solicité, pues, la venida de la infanta Carlota, y siguió mi correspondencia desde 1808 hasta 1809, sin que pudiese recabar cosa alguna: entretanto mis pasos se celaron y arrostré el peligro yendo en presentarme en persona al virrey Liniers y hablarle con toda franqueza que el convencimiento de la justicia que me asistía me daba, y la conferencia vino a proporcionarme el inducirlo a que llevase a ejecución la idea que ya tenía de franquear el comercio a los ingleses en la costa del río de la Plata, así para debilitar a Montevideo, como para proporcionar fondos para el sostén de las tropas, y atraer a lasa provincias del Perú por las ventajas que debía proporcionarles el tráfico.” Este escrito, realizado por el propio General Belgrano, prueba una relación, previa a la Revolución de Mayo con la Infanta Carlota, que estaba en Brasil, y que no prosperó. Como habían llegado noticias de que el Rey Fernando VII estaba preso en Francia, Belgrano imaginó suplantarlo, al menos para el Virreynato del Río de la Platas, por la Infanta Carlota Joaquina, hermana del Rey depuesto, y que para esa época estaba en Río de Janeiro. Mantuvo una nutrida correspondencia con Carlota Joaquina de Borbón, y se unió a Castelli, Vieytes, Rodríguez Peña, Juan José Paso, e incluso aunque muy levemente a Cornelio Saavedra. Ha comienzos de 1810, el proyecto carlotista fracasó definitivamente.
Luego de regresar de sus estudios por España, en 1802, conoció en un Sarao, que fue realizado en la casa de Mariano Altolaguirre a una porteña de 18 años, llamada María Josefa Escurra. El padre de María Josefa, don Juan Ignacio Escurra, no aprobó el noviazgo, con el argumento de que el padre de Belgrano, que había sido muy rico, pero por contingencias de la vida y los negocios, había estado detenido y vio menguado su patrimonio.
Intensa relación sentimental con María Josefa Escurra, cuñada de Juan Manuel de Rosas, que estaba casada años antes con su propio primo, el navarro Juan Esteban de Escurra, que después de 9 años de matrimonio, sin hijos y disconforme con la Revolución de Mayo, se exilió en su patria, negándose María Josefa a acompañarlo, y aunque nunca se volvieron a ver, Juan de Escurra, la nombró heredera.
María Josefa acompañó al ejército en su campaña del Norte, participó en el éxodo Jujeño, presenció la batalla de Tucumán, y concibió un hijo con Belgrano, que nació el 30 de Julio de 1813, siendo bautizado con nombre de Pedro Pablo, anotado como huérfano, en la Catedral de Santa Fe, y posteriormente terminó siendo adoptado por su tía materna Encarnación Escurra, casada con Rosas, y por ello al primer hijo de Belgrano se lo conoció como Pedro Rosas y Belgrano., llegando al cargo de Coronel, y tuvo complicada actuación pública en la década de 1850. Combatió en Caseros con las tropas nacionalistas y fue perseguido por unitarios, quienes al recuperar poder en Buenos Aires, le confiscaron todos sus bienes, con once estancias en total.
A fines de 1855 marchó a Santa Fe, donde prestó servicios de frontera, y en 1859, el general Urquiza lo nombró Comandante de armas del sur de la provincia, pero fue tomado prisionero después de Pavón, en la ciudad de Rosario, y luego del indulto, falleció en septiembre de 1863 en Buenos Aires.
Pedro, fue Juez de Paz en Azul, propietario de extensas tierras que le donó Rosas, su padre adoptivo, quien fue el encargado de informarle la verdad de su situación, y de allí empezó a firmar como Rosas y Belgrano. A los 38 años se casó con Juana Rodríguez, en la Iglesia de Azul, y tuvieron nada menos que 16 hijos.
Belgrano a los 40 años, destacado en Tucumán, conoció a una niña de 15 años, la bella Dolores Helguero, hija de una familia patricia de esa provincia, en 1816 durante un baile por los festejos de la Independencia.
Belgrano prometió entonces casamiento a la joven María Dolores Helguero y Liendo, pero dicha unión no llegó a concretarse, pues cuando Belgrano regresó de sus campañas militares, la joven había sido dada en matrimonio a otro hombre, catamarqueño, llamado Rivas.
Rivas abandonó a su esposa rápidamente, y ella desesperada abandonó la ciudad de Tucumán y se radicó en Catamarca.
Belgrano averiguó secretamente adonde se dirigía Rivas, había ido a Bolivia, despachando un chasqui para saber su destino, y si había muerto, concretar su matrimonio, pero jamás pudo confirmarlo.
Belgrano estaba enfermo y derrotado en Vilcapugio y Ayohuma, y antes de partir definitivamente de Tucumán, quiso ver por última vez a su hija de apenas un año, y se relata que ello fue una luz en su agonía.
Se volvieron a ver durante el Congreso de Tucumán, cuando ella estaba casada, y tuvieron una hija que fue llamada Manuela Mónica del Sagrado Corazón de Jesús, nacida el 4 de mayo de 1819, y a quien cariñosamente Belgrano llamaba “mi palomita”.
Manuela vivió con su madre María Dolores, hasta 1825, cuando la hermana de su padre, Juana Belgrano de Chas, la llevó a Buenos Aires.
Posteriormente, Manuela se casó con un pariente distante en 1853, Manuel Vega Belgrano.
En su testamento el General Belgrano, redactado en mayo de 1820, Belgrano aseguró en ítem tercero:”Que soy de estado soltero, y que no tengo ascendiente ni descendiente”, y se sospecha que esta omisión a Manuela Mónica se debió al secreto de su relación y al casamiento de Dolores con el catamarqueño Rivas. Encomendó la crianza de su hija a su hermana Juana, y la instrucción y dirección espiritual a su hermano sacerdote. Aprendió inglés y francés, y una amplia cultura.
Su hija perpetuó su sangre y apellido, fundando la familia de los Belgrano Vega, y sintetizó lo que seguramente su padre había deseado para ella.
Fue una mujer culta, que dedicó su vida a su familia y también a reclamar aquellos 40.000 pesos que el gobierno debía a su padre para que las 4 escuelas, que él había dispuesto, se levantasen con ese dinero.
Manuela Mónica, fue pintada en óleo por Pripidiano Pueyrredón.
Manuela Mónica del Corazón de Jesús, conoció a su medio hermano, quien probablemente fue quien le presentó a su futuro esposo, Manuel Vega Belgrano, quien residía en Azul, con quien se casó y tuvo tres hijos.
Los dos hijos de Belgrano mantuvieron estrecha y fluida relación, siendo en esa época la familia, considerada el arma más poderosa contra las dificultades y la adversidad.
Otra amante conocida de Belgrano fue una francesa que se hacía llamara “mademoiselle”, señorita, Pichegru, a quien conoció en misión diplomática en Londres, siendo una relación breve, que terminó cuando Belgrano regresó a Buenos Aires.
Isabel Pichegru que según relatos de ese entonces, era una mujer aventurera, que vestía provocativamente, fue después a visitarlo a Buenos Aires, en 1817, pero como Belgrano estaba en el Congreso de Tucumán, regresó a Europa, sin poder volver a verlo. Relatos decían que “usaba vestidos cortones y ajustadísimos”.
En las memorias del hijo de Mariano Moreno, éste relata lo siguiente: “Isabel Pichegru, era la amante de Belgrano. No era hermosa ni bonita, pero sí airosa y provocativa al caminar, lo que se agravaba con su modo de llevar muy corto el vestido y muy ceñido al cuerpo.”
Bibliografía:
Instituto Nacional Belgraniano. Documentos para la Historia del General Manuel Belgrano. Tomo I Buenos Aires 1982, tomo II Buenos Aires 1993 y tomo III volumen I 1792-1811, Buenos Aires 1998.
Belgrano y Coelho, Arturo Joaquín. Nuevos y desconocidos aportes para la genealogía de la familia Belgrano. Instituto Nacional Belgraniano. Buenos Aires 1994, pp. 77-98.
Peña de Historia del Sur Ana de Césare Jerónimo Rombolé Mayo 1993)
http://madresdeproceres.blogspot.com.ar/2010/11/capitulo-1-maria-josefa-gonzalez-
http://www.euskonews.com/0616zbk/kosmo61601es.html
http://www.losandes.com.ar/notas/(2011/6/20/belgrano-procer-patria-americana-575575.asp
No hay comentarios.:
Publicar un comentario