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jueves, 20 de octubre de 2022

Mis gustos...

 

Por qué me gusta Mar Azul.

 

Ya, desde hace varios años, disfruto de paseos en la costa atlántica de Argentina, en la localidad de Villa Gesell.

En uno de los extremos de la ciudad, algo separada de la propia urbe balnearia, por un camino de arena de varios kilómetros, existen tres balnearios, que con los años han ido creciendo, y tomando características diferenciales: Las Gaviotas, Mar Azul y Mar de las Pampas.

Y, si uno se dirige, por la playa, hacia el sur, después de una distancia de varios kilómetros, llega a un hermoso faro sureño, de visita turística permanente.

Pero, volviendo, a Mar Azul, disfruto plenamente, de este lugar, como un verdadero baño de naturaleza, como lo denominan los japoneses, y que es tan beneficioso para la salud y el ánimo personal.

Observar, por ejemplo, flores de pétalos rojos, y en su zona central una región violácea, de donde penden, algunos filamentos, también rojos, me sorprenden.

Más allá, una enredadera, con magnífica floración rosada, me distrae.

Encuentro, trozos de troncos de árboles, cortados, en general pináceas, donde a veces, como al descuido, están colocadas unas piñas, que le dan un toque único.

Y en el suelo, generalmente, lleno de lo que los lugareños denominan: “pinocha”, y que son las pequeñas hojuelas secas de dichos pinos, aparecen, como destellos, algunas plumas de un chimango, con sus tonos amarronados, más claros y más oscuros, en bandas…

De repente, una gran cantidad de flores agrupadas, rosadas, tipo campanas, con tallos juntos, en varios grupos, atraen mi atención.

Y, el sonido de las cotorras, encaramadas en sus grandes nidos, generalmente en eucaliptus, que no paran de dialogar en su chirrido tan particular…

Los expertos, dicen, que prefieren hacer los nidos en los eucaliptus, ya que su tronco, es liso, y cada tanto pierde algo de corteza, lo que le hace inseguro a los predadores, subirlos…

Esos acúmulos de tronquitos secos, que construyen con afán, son como sus edificios de propiedad horizontal, de este tipo especial de loro americano, y en algún hueco, tienen su propio, “departamento”, cada pareja, que mantienen de por vida…

Entre el mismo pasto, descubro una hermosa flor amarilla, muy silvestre.

En el verano, las yucas, con sus hojas duras y puntudas, enmarcan su floración central, que me deleita.

Y, sobre un cielo azul, maravilloso, con una pequeñita nube blanquecina y algodonosa, vislumbro el contorno de un pino, lleno de piñas.

Muchos pinos, crecen en altura, y su tronco, es marrón con ranuras especiales y características, pero, en otros, ciertas enredaderas, suben por ellos, acercándose a la copa, y engrosando el volumen del árbol.

Es cambiante, de acuerdo a la luz del día, la imagen y la silueta de los árboles del bosquecillo.

A veces, a la salida del sol, solo se iluminan sus copas, de una tonalidad verde brillante, y en el ocaso, los colores rosados y rojos, desconciertan, en su belleza.

Algo que me fascina, es, precisamente, estar sentado o caminar, y escuchar las hojas que se mecen por la brisa o el viento, y también me resulta increíble, que troncos gruesos, de árboles, que, en sus bases, son totalmente inmóviles, en sus ápices, hacen movimientos, de verdaderos danzantes, llevados por el viento…

Camino, por sus calles, y veo una gran planta de jazmín, con sus fascinantes flores azuladas, por doquier.

Y, entre el piso, cada tanto, se recorta, la silueta de una o más piñas.

Los árboles, son especiales, con troncos, individualizados, cada uno, algunos bien derechos, otros oblicuos, algunos con curvas, y otros caídos, pero todos ellos, dando, un mensaje de belleza, que me impresiona.

También en el cantero de una casa, observo unas plantas de adorno, que son simplemente tallos verdes, sin hojas, y esto puede quedar así, y seguir el camino, o conocer, que estas plantitas especiales, son unas de la primitivas, en la formación de vegetales, en nuestro globo terráqueo, que no tenían hojas…

Al acercarme a cualquier pino, me deslumbra el verde perfecto, de un manojo de sus hojas particulares, tan finitas y peculiares.

A veces abundan los laureles rosados, que quizás, son una de las plantas que más me gustan…

Y, también en alguna casa, observo, rosales rojos o rosados, que impactan.

Lavandas, con su cúmulo de flores azules, que despiden su aroma tan característico, y que, en algunos grupos humanos, son usados, como elementos para el relax y contra el mal estrés…

Las playas, con arenas claras, de gran espacio, con dunas a unos cien metros del mar, le otorgan al sitio un complemento especial.

Pasan volando, una, otra y más gaviotas, buscando alguna merienda entre la arena, dejada por algún turista…

Y, hasta se acercan varios chimangos, planeando con el mismo fin.

Estas últimas aves, predadoras, extienden sus largas alas, marrón oscuras, con blanco en sus extremos, y destacan el pico aguerrido…

La presencia, de uno volando cerca, y otro más lejos, remedan águilas…

También, en el piso, observo algunas ramas, caídas, que están totalmente invadidas, por musgos, coloridos.

Se mezclan, con perfección, el color amarronado, del suelo arenoso, el verde, de la vegetación, el blanco de las nubes, y el azul intenso, del cielo, en una paleta de colores, que me deslumbra.

Otra cosa, que veo, son los maravillosos penachos, de lo que el famoso Darwing, llamó: “Pampa-grass”, o pasto de las Pampas, o cortaderas, que a veces, se suelen reunir en cientos, y ostentan un movimiento al viento, de ensueño.

En estos lugares, hay personas que vienen, aún, de otras provincias, trayendo caballos, para organizar cabalgatas, para los turistas, y ganar su sustento.

Por ello, hay variedad de equinos, de diferentes tamaños, y caracteres, que se suelen usar para dichas cabalgatas por el bosque o por la playa, generalmente, de tardecita, o aún las hay nocturnas…

Y, por las redes sociales, me llega una canción de Joan Manuel Serrat, joven, donde precisamente canta con sentimiento, en contra de los que destruyen los bosques, y contaminan todo…

Si, bien ya la nieta del gran cantante catalán, es una mujer que desea ser actriz, y estudia música, el recuerdo de las palabras de ese Serrat joven, resuenan con más fuerza aún, hoy, pese a los años pasados, ya que las circunstancias ecológicas actuales, son peores que ayer, y que nos hace recordar a todos, que no poseemos ningún planeta B, por ahora…

Entonces, aprender a cuidarlo y respetarlo, sí, pero todos, y sin intereses espurios…

  

 

 

 

 

 

 

 

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